IMAGEN ES PERCEPCIÓN
Los comefrijoles vs. los comecaviar
En las últimas semanas, miles de guatemaltecos han protestado en diferentes puntos del país contra el Gobierno, exigiendo la renuncia tanto del presidente como de los diputados, que impulsaron el polémico presupuesto para el 2021 y además indignados por el cruel y despectivo comentario de un diputado del partido Valor, por haberse referido a los guatemaltecos en condición de pobreza como “comelones de frijoles”.
' Las protestas han llevado a los presidentes tras las rejas, pero no cambian las estructuras.
Brenda Sanchinelli
Al menos los que comen frijoles, los pagan con su dinero, mientras los diputados usan nuestro dinero para sus “exquisitas” dietas.
La imagen pública de los diputados esta por el piso desde hace décadas, es doloroso saber lo que cuesta mantener a este grupo de funcionarios y el despilfarro que representan para el pueblo. Fíjese usted, un diputado tiene un salario de Q29 mil 150, seguro médico, celular, dietas (gourmet), gastos rotativos y personal a su disposición (algunos tienen de asesoras a sus novias y familiares). Seguramente estos diputados desayunan bagels con salmón, caviar y champagne a costillas de un pueblo que está sangrando pobreza y miseria. Mientras ellos comen los mejores manjares pagados con el dinero de nuestros impuestos, Guatemala tiene un 45% de desnutrición crónica y es el sexto país del mundo con los peores índices de mala alimentación infantil.
Es incoherente que, si cualquier guatemalteco que va a su trabajo y tiene que pagar por su propia comida, celular, gasolina etcétera. ¿Por qué razón el pueblo tiene que financiarles a estos diputados buenos para nada, sus gastos personales? Y no dan resultados en lo más mínimo y encima llegan a ese recinto solo a hundir al pueblo con sus pésimas decisiones.
Los comefrijoles y los cometortillas, los vegetarianos y los carnívoros, los que están a dieta y los comelones, todos ya están hastiados de escuchar esa cantaleta de que estas personas “son electas popularmente” y por eso hay que soportar por cuatro años, todas las barbaridades y abusos que cometen. En Guatemala ser diputado significa hacerse acreedor de un cheque en blanco para enriquecerse exponencialmente, creerse el papacito de la patria y vivir en un mundo de fantasía, indiferencia, estulticia y descaro.
La realidad es que ellos son una parte de un sistema colapsado que debe ser corregido, no en las próximas elecciones sino inmediatamente, ya que hemos visto que no importa quien llegue, una vez situados en su curul se transforman y se dejan arrastrar por un sistema corrupto y por esos dinosaurios que tienen su nido enraizado en ese viejo edificio.
El dilema es y seguirá siendo, si ellos mismos son los llamados a hacer transformaciones reales y estructurales, jamás lo harán, porque no les conviene, ya no podrían seguir aprovechándose de la situación de desorden y anarquía en el país. Lo que nos hace seguir mantenernos en un círculo vicioso, cuyo ciclo dura cuatro años y para algunas sanguijuelas ocho o doce. El sistema delega en el Legislativo las instancias fundamentales para atender a las necesidades de la población, presuponiendo que estas personas son honorables y que trabajan por el bien común, una verdadera utopía y ficción jurídica de principios del siglo pasado, que quedo obsoleta desde hace más de cincuenta años. Por años he escrito sobre la importancia que tiene el Congreso para la vida política, a los que algunos apodan “dipucacos”, y de lo cual no estoy de acuerdo en mofarse del problema, sino de afrontarlo seriamente y empezar a proponer cambios, los corruptos deberían estar en prisión y no gozando todas las prebendas de este gremio.
La institución como tal, debe ser dignificada, y las personas que la conforman deben ser depuradas, al 99.9% para lograr transformaciones reales y estructurales.