PLUMA INVITADA
Los jóvenes y el largo plazo para Guatemala
Al graduarme de la universidad tuve la fortuna de trabajar para dos emprendedores exitosos que iniciaban un nuevo negocio. Uno de ellos me dijo que me contrató porque veía en mí su propio reflejo en su juventud: un espíritu arriesgado, aunque sin plena conciencia de lo que eso implicaba. Me comentó que, con experiencia, ya no tomaría los mismos riesgos, pero reconoció que esa audacia juvenil fue clave en su camino al éxito. Esta experiencia me enseñó una valiosa lección: la combinación de un joven emprendedor, lleno de energía y determinación, con un mentor experimentado, dispuesto a dar libertad y guía, es extraordinariamente poderosa. Recuerdo que una vez este mentor me dijo: “Es común sobreestimar lo que se puede hacer en un año, pero subestimar lo que se puede lograr en diez años”. Esto me dejó un mensaje importante: a menudo nos dejamos llevar por la inmediatez o, por otro lado, nos desanimamos al enfrentar obstáculos a corto plazo, limitando nuestra visión y potencial.
' A pesar de que nos encontramos en una coyuntura desafiante, es crucial enfocarnos en nuestra juventud.
Hugo Díaz
En la actual coyuntura de Guatemala, es fácil sentirnos abrumados por el corto plazo y perder de vista el potencial a futuro. Sin embargo, es crucial recordar la oportunidad que tenemos ante nosotros. Nuestra población es joven y estamos empezando un ciclo conocido entre los economistas como “bono demográfico”, un período en el que la población en edad de trabajar supera a la población dependiente, como niños y adultos mayores. Según un informe de la Encuesta Mundial de Avances del Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (CPID), en 2020 aproximadamente el 58% de la población formaba parte de la Población Económicamente Activa. Para el 2044 se espera que este número ascienda al 68%. Esto indica que en los próximos 20 o 30 años tenemos una oportunidad única para incrementar el Producto Interno Bruto como nunca antes. Más gente trabajando y siendo productiva implica crecimiento económico. Sin embargo, cabe resaltar que esto requiere que existan oportunidades de trabajo y que la gente sea productiva. He allí el reto y la oportunidad. Preparar a la población para ser capaz de conseguir trabajo o crearlo y, a la vez, ser productiva, requerirá de una visión de largo plazo y de un enfoque que vaya más allá de las crisis actuales.
Debemos abrir los ojos y aceptar que el desafío que enfrenta Guatemala trasciende la problemática de la corrupción. Es esencial que tomemos medidas para asegurar que esta joven población tenga la oportunidad de prosperar y contribuir al desarrollo del país. Esto no será posible únicamente esperando acciones gubernamentales; ya está comprobado que estas iniciativas tienden a ser focos de más corrupción y se terminan desperdiciando valiosos recursos que provienen de los que pagamos impuestos. Lo que sí puede funcionar es la colaboración activa entre colegios, fundaciones y empresas comprometidas con el futuro del país para preparar adecuadamente a la próxima generación. Los que estamos arriba de la pirámide poblacional —o en buen chapín, los viejos— tenemos la responsabilidad de empoderar a los jóvenes, dejándolos innovar y brindándoles apoyo cuando nuestra experiencia pueda proveer perspectivas que el joven no puede ver.
En conclusión, a pesar de que nos encontramos en una coyuntura desafiante, es crucial enfocarnos en nuestra juventud. Si nos movemos con una visión de largo plazo y tomamos las decisiones correctas, podemos cambiar el curso y avanzar hacia una Guatemala más próspera. Las grandes transformaciones requieren tiempo, paciencia y, sobre todo, la convicción de que un futuro mejor es posible con el trabajo y compromiso de todos.