RINCÓN DE PETUL

Los millardos que se quedan

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La tumultuosa situación política nacional, ocasionada por la negación del sistema corrupto de reconocer los resultados electorales, han hecho desatender otros asuntos que también son de interés nacional. Este es uno:

Poco se habla ya sobre la continuación del ascenso de las remesas enviadas por los emigrados guatemaltecos al país. Seguramente, el turbio escenario político nacional deja poca tregua para abordar otros asuntos importantes. Y también, quizás, ya se haya creado una costumbre que evita las reacciones de hace años. Recuerdo cómo en la década pasada, cuando la tendencia al alza se marcó, esta alcanzaba los titulares de los diarios. Irónicamente ahora hay menos conmoción, cuando la suma es tres veces mayor que en 2015. Este año cerraremos arriba de los US$20 millardos. Pero si poco se habla ya de las remesas que recibimos, hay otro tema que sí pasa totalmente inadvertido, y es plantearnos a cuánto asciende el monto que producen los guatemaltecos en EE. UU. y que no envían a Guatemala. Millardos que van a su consumo, ahorro o inversión, y que se quedan en el extranjero.

Debido a que el dinero generado por los emigrados en salarios u otros medios de producción personal es imposible de rastrear con exactitud, también lo termina siendo cuánto de su cheque mensual se queda ahí, más allá de la remesa. Sin embargo, para ello, valioso resulta un estudio publicado en julio pasado por el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Cemla, México), encabezado “Los migrantes latinoamericanos han hecho un mayor esfuerzo por apoyar a sus familiares en sus países de origen mediante el envío de remesas”. De este estudio resalta que —por mucho— los guatemaltecos serían los que más porción de sus ingresos totales envían a su país natal (53.26%). Los siguientes países latinoamericanos son Honduras (33.62%), República Dominicana (22.09%) y así, para abajo. Sin embargo, me atrevo a cuestionar el resultado encontrado para el caso guatemalteco.

' La producción interna bruta contra el bruto total generado en Estados Unidos.

Pedro Pablo Solares

Es decir que, en su publicación, el Cemla plantea que los guatemaltecos que envían remesas desde EE. UU. estarían generando un 46.74% adicional a los —por ejemplo— US$18 millardos que enviaron en 2022. Lo que encuentro objetable es que ese porcentaje se obtuvo del cociente que resulta de las remesas recibidas entre el ingreso total obtenido por nuestro grupo nacional en aquel país. Y para lograr esa ecuación se usó el cálculo de 1.1 millones de migrantes guatemaltecos, cuando solo el Ministerio de Relaciones Exteriores y la reciente Encuesta sobre Migración y Remesas de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ya reconocen la presencia de tres millones de paisanos allá. El dato de 1.1 millones es del American Community Survey, que, como otros esfuerzos de censos estadounidenses, ha sido particularmente ineficaz en ubicar a nuestros compatriotas.

Mientras se tienen datos censales más creíbles para el grupo guatemalteco, una alternativa puede ser usar un promedio de todos los porcentajes centroamericanos. Los datos del estudio reflejan que, en promedio, el migrante centroamericano envía en remesas un 28.46% de sus ingresos totales. ¿Acaso, entonces, se podría decir que en 2022, los guatemaltecos en EE. UU. generaron más de US$63 millardos? Aún con la posible deficiencia de dato, el estudio de Cemla alumbra importante atención sobre algo que pasa básicamente inadvertido. Calcular el monto real de lo que produce cada población migrante en EE. UU., y en todo caso, comparar eso con lo que finalmente envían como remesas. Y, por qué no, luego compararlo con el PIB nacional. La producción interna bruta contra el bruto total generado en EE. UU., y no solo con las remesas. ¿Acaso no sería eso ya una comparación más justa?

* Esta columna defiende el legítimo resultado electoral del 20 de agosto, y cerrará con este mensaje independiente al tema de cada artículo, hasta la esperada toma de posesión de Bernardo Arévalo, el 14 de enero de 2024.

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