LA BUENA NOTICIA
María de Nazaret, una vida plena de sentido
En el camino eclesial que van haciendo las comunidades este año, mañana domingo contemplan a una mujer, joven y madre, plenamente realizada e identificada con los pobres: María de Nazareth, cuya vida plena de sentido y comprometida con su pueblo al estilo de Judit y los profetas despertó admiración entre los jóvenes y adultos de su época.
' María: “Dios derriba a los poderosos de sus tronos y levanta a los oprimidos”.
Víctor Manuel Ruano
La fiesta de la Asunción de María, en tiempos de crisis y conmoción social, transmite esperanza y fortalece en el seguimiento de Jesús su hijo, quien es la mejor alternativa para vivir con dignidad y resiliencia en medio de esta dolorosa realidad cuando el pueblo es ninguneado por los gobernantes, sus roscas y las elites que lo sostienen contra toda racionalidad.
En el Evangelio (Lucas 1, 39-56), María se muestra en camino para visitar y acompañar a los esposos Zacarías e Isabel, quienes ya en la tercera edad están esperando, con inmensa alegría, el nacimiento de su primer hijo, al igual que ella, en plena juventud, también espera a su primogénito.
En ese contexto, el “magníficat” es una de las proclamas más radicales y revolucionarias cargadas de inspiración y esperanza, por lo que Dios va haciendo entre los empobrecidos, que son la mayoría en un país de lacerantes desigualdades como el nuestro y en la sociedad del siglo XXI, donde el sistema económico-político impuesto por los poderosos es la causa principal de la indiferencia hacia Dios y del empobrecimiento de los pueblos.
El hecho de dos familias pobres en un clima de alegría y esperanza por los hijos que van a nacer e impulsadas por el Espíritu que va abriendo caminos a la novedad de Dios que actúa desde la base social y no desde las elites de poder es altamente significativo en aquella sociedad machista, patriarcal y autoritaria cuya lógica del poder los llena de soberbia e indiferencia hacia los demás, sobre todo hacia las familias pobres.
De igual modo sucede en la sociedad de hoy, bajo la hegemonía de sistemas económico-políticos donde prevalecen la soberbia de los poderosos que imponen sus planes sin importarles la realidad de la gente.
Lo humano les resulta indiferente mientras el lucro los seduce y se convierte en lo más importante, hasta la idolatría.
La actitud de sus magnates es insolente, mientras discuten, hablan y planifican con orgullo mirando con desprecio hacia los que el mismo sistema descarta.
A ellos el Señor, dice María, los dispersa y “derriba a los poderosos de sus tronos y levanta a los oprimidos” (v. 52). La historia enseña que los fuertes siempre han dominado, y los débiles estuvieron subyugados. María lo sabe. Ella pertenece a un pueblo tiranizado por los grandes imperios.
Ahora, asegura, Dios está del lado de los pobres y ha puesto en acción una revolución, volcando el equilibrio de poder: los poderosos fueron derrotados y los pobres, levantados.
La nueva época se irá abriendo camino solo desde el protagonismo de los pueblos pobres en la búsqueda de una vida más digna, “pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte”.
Ellos nos escuchan en silencio, pero hay que oír el grito que sube de su sufrimiento. (Medellín).