Pluma invitada
Miguel Ángel Asturias y el movimiento surrealista
Contrario a lo que se pudiera pensar, el surrealismo lo afianzó en sus raíces americanas y guatemaltecas, tema de toda su creación literaria.
En octubre de 1924, Miguel Ángel Asturias se fue a vivir a París. André Bretton lanzó el primer Manifiesto Surrealista y el joven Asturias se inscribió en la Sorbona. Se podría decir que ese mes fue mágico y decisivo en su carrera.
La interpretación de los sueños (1899), obra de Sigmund Freud, trascendió el campo clínico hasta convertirse en fuente de inspiración de escritores, filósofos y artistas. El sueño sería la vía regia de acceso al inconsciente. De acuerdo con Freud, quien no sepa explicarse la génesis de las imágenes oníricas se esforzará en vano en comprender sus fobias, histerias, obsesiones y delirios.
El surrealismo consideró que la creación debería partir de los sueños, fantasías, ensoñaciones, de la inconsciencia, aunque careciera de lógica. Se dirigía a sobrepasar lo real, impulsando lo irracional y onírico. Consideraban que la creatividad que nacía del subconsciente de un artista era más auténtica y poderosa que la derivada de la consciencia.
Los surrealistas salían de los rígidos esquemas de la razón, apreciaban todo lo que rebasaba la lógica. René Magrit dijo que “ser surrealista significaba excluir de tu mente todo recuerdo de lo que has visto y estar siempre a la búsqueda de lo que nunca ha sido”.
De acuerdo con Asturias, el Popol Wuj o los Anales de los Xahil son verdaderamente surrealistas, porque tienen la dualidad de la realidad y del sueño, hay una especie de sueño y de irrealidad. Para Miguel Ángel esto fue sorprendente. Le abrió importantes rutas de creación, ya que el pensamiento maya también estaba alejado de la lógica occidental de la que los artistas y escritores huían en esa época.
En la novela Hombres de maíz, que empezó a escribir en París hacia el año 1930, aparece don Nicho Aquino, que era cartero. Unas veces caminaba como tal; y otras, corría como coyote, que era su nahual. En la cultura maya, el nahual es un espíritu protector que se adquiere al nacer y que acompaña a la persona toda la vida, hasta la muerte. Los nahuales poseen la capacidad de manifestarse como animales. Cada maya tenía su propio nahual.
Los surrealistas salían de los rígidos esquemas de la razón, apreciaban todo lo que rebasaba la lógica.
Sin duda, era admirable que un mismo ser se presentara en dos modalidades, unas veces como ser humano y otras como animal. El que misteriosamente Nicho Aquino pudiera ser visto como cartero o correo y también como coyote, que era su nahual, compaginaba con el mejor surrealismo de la época.
De Hombres de maíz, obra cumbre de Asturias, Cardoza y Aragón escribió: “A mí me atrae que la novela se convierta en mitología y no que la mitología se convirtiera en novela… la utilización del mito es un elemento estructural, y no solo un simple procedimiento narrativo milenario y contemporáneo… en Hombres de maíz hay mito y hay realidad entretejidos como sueños… las mejores páginas de Asturias comienzan donde la realidad termina”.
El surrealismo impactó en la creación literaria de Miguel Ángel y también en otra importante vía: “Nosotros el inconsciente lo teníamos bien guardadito bajo la conciencia occidental. Pero cuando cada uno empezó a registrarse por dentro se encontró con su inconsciente indígena, lo que nos proporcionó la posibilidad de escribir. El surrealismo despertó nuestra tendencia a sentir las cosas en lugar de pensarlas. La diferencia entre la literatura europea y la latinoamericana reside en que los latinoamericanos sentimos las cosas y después las pensamos, y los europeos piensan las cosas y después la sienten”. (Luis López Álvarez).
Contrario a lo que se pudiera pensar, el surrealismo lo afianzó en sus raíces americanas y guatemaltecas, tema de toda su creación literaria.
Luego, en su trabajo literario en París, Asturias pasó a crear el Realismo Mágico, la corriente literaria más célebre de América Latina en la que, décadas después, discurrió la obra del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, autor de Cien Años de soledad.