LA BUENA NOTICIA

Nace un Salvador

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Sostenidos por Dios también nosotros debemos construir futuro y esperanza.

' Sostenidos por Dios también nosotros debemos construir futuro y esperanza.

Mario Alberto Molina

“Hoy nos ha nacido un Salvador.” Digámoslo con júbilo. Es una exclamación que nos da consuelo y alegría. “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció.” ¡Cuánta esperanza se enciende en nosotros a causa del acontecimiento que conmemoramos esta noche! La tiniebla de la muerte segura ha quedado iluminada por la certeza de que Dios la ha vencido y ha roto su poder sobre nosotros. La frustración que nos causan nuestras equivocaciones, irresponsabilidades, negligencias y pecados ha sido iluminada, porque Dios nos ofrece gratuitamente el perdón que libera nuestro futuro de la hipoteca de un pasado de fracaso y maldad. Muerte y pecado, los dos grandes enigmas de la existencia humana, hallan respuesta en la humildad de Dios que se hace hombre y nace para nosotros de la Virgen María.

Si Dios así nos ha mostrado su gracia y su favor, entonces nosotros también debemos reflejar esa gracia en la benevolencia hacia nuestro prójimo. Si Dios así nos ha llenado de alegría y de gozo, también nosotros entonces debemos transmitir y generar alegría y paz entre quienes conviven con nosotros. Si Dios así nos ha mostrado que nos llama a la santidad, nosotros, los que creemos en él debemos actuar de tal modo que esa luz también ilumine nuestra sociedad.

En nuestro país, la corrupción y la irresponsabilidad impiden el desarrollo social; el egoísmo y la violencia malogran todo futuro que pretendamos construir; la deshonestidad y la negligencia frustran toda esperanza; la manipulación de las leyes, la venalidad de la justicia y la indiferencia política ofuscan el horizonte nacional. No se puede admitir como normal que el único futuro que la juventud de nuestro país pueda imaginar esté más allá de nuestras fronteras. No podemos celebrar la natividad de Dios sin convertirnos de nuestras acciones destructivas. Sostenidos por Dios también nosotros debemos construir futuro y esperanza. Si Dios al hacerse uno de nosotros nos ha mostrado que la vocación más profunda del hombre es la vida eterna en él y con él, entonces debemos ser también nosotros capaces de abrir ese otro futuro más limitado y pequeño que es el de las oportunidades de vida, salud, educación y trabajo y una vida social en paz aquí en este mundo. Eso solo es posible si nos constituimos como sociedad organizada en justicia, con líderes sociales y políticos que actúen con rectitud y honestidad que apliquen políticas libres de ideologías que entrampan la libertad.

La noche en la que el Hijo de Dios nació en Belén, el anuncio de su nacimiento no se hizo a los poderosos y famosos de entonces. El evangelio de la esperanza no se anunció a quienes creían tener su vida asegurada por sus propios medios y recursos y vivían atentos a solo sus intereses. El evangelio del nacimiento del Salvador fue proclamado por ángeles a unos pastores, gente marginal y maloliente, que cuidaban sus rebaños por turnos en medio de la noche. “Les traigo una buena noticia, que causará gran alegría a todo el pueblo: hoy les ha nacido en la ciudad de David un salvador, que es el Mesías, el Señor.” Y para que pudieran identificarlo les dio unos indicios que manifestaban desvalimiento más que poder, humildad más que altanería, pobreza más que fortuna. “Esto les servirá de señal: encontrarán al niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre.” Ese signo del nacimiento anticipó en cierto modo también su final, cuando sería alzado desnudo en una cruz para morir para la salvación de quienes creen en él. Pero antes del pesebre y después de la cruz hubo gloria, la misma que ahora secretamente hilvana nuestra historia y la conduce a su plenitud.

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