ALEPH
No entienden que no entienden
No es solo ignorancia, es perversidad. Es perverso que en un legislativo donde abundan las y los legisladores de dudosa reputación y doble moral, se haya aprobado una iniciativa de ley tan engañosa y oscura como la 5272, ahora Ley para la Protección de la Vida y la Familia. Es perverso que hayan elegido el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, para aprobarla en primera lectura. Es perverso que la usen como cortina de humo ante un tema tan urgente, complejo y sensible como la elección de Fiscal General.
' Nacemos con el sexo femenino o masculino, pero en muchos casos se opta después por una identidad de género.
Carolina Escobar Sarti
Es perverso que muchos de esos empleados legislativos que, en ocasiones hasta buscan como clientes los servicios de personas transexuales u homosexuales, dijeran recientemente en espacios públicos que había que apoyar la ley porque es “para joder a los huecos”. Es perverso que tantos diputados, diputadas y hasta el mismo presidente, respalden como única forma de familia a las familias nucleares que ni ellos mismos tienen y que sean respaldados por tanta gente que solo ha sabido de la iniciativa por pastores o curas, sin jamás haberla leído.
No es solo desconocimiento, es abundancia de pensamiento mágico, por una parte, y exceso de perversidad, por la otra. Si realmente estuvieran a favor de la familia tradicional nuclear, habrían comenzado por prohibir el divorcio, sobre todo sabiendo que muchos de ellos y ellas tienen dos y tres matrimonios. Además, según nuestra Constitución, Guatemala es un Estado laico y esta ley se basa en castigar las conductas que se contrapongan a la “moral cristiana”, al matrimonio y la familia.
Lean esta chulada de considerando: “Que ante la existencia de grupos minoritarios de la sociedad guatemalteca, que proponen corrientes de pensamiento y prácticas incongruentes con la moral cristiana, así como modelos de conducta y convivencia distintos al orden natural del matrimonio y de la familia, los que representan una amenaza al equilibrio moral de nuestra sociedad y por ende un peligro para la paz y la convivencia armónica de la mayoría de los guatemaltecos; es necesario emitir disposiciones legales que, en congruencia con el mandato constitucional, brinden una protección plena a las instituciones del matrimonio y la familia.” ¿Más peligroso que las y los diputados del Congreso actual, casi todos corruptos e ignorantes?
Yo sí he leído y no solo la ley; la considero retrógrada, violenta, inconstitucional, inmoral, hipócrita, perversa, obsoleta, ignorante y atentatoria contra los derechos humanos de millones de personas, sobre todo mujeres, niños y niñas, y personas de la diversidad sexual. Usan la expresión de “ideología de género” que ni existe, porque el género es una elaboración teórica que buscó institucionalizar, en algún momento, las demandas y reivindicaciones de los movimientos de mujeres ya hace varias décadas. Otra cosa es la identidad de género. Nacemos con el sexo femenino o masculino, pero en muchos casos se opta después por una identidad de género, que puede coincidir o no con el sexo con el cual nacimos. Pero es mucho pedirle a quienes construyeron y presentaron esta iniciativa, que lean, que dejen de usar su religión para diseminar odios y prejuicios, que vean en el mundo cuántas familias son diversas. Hasta el Papa Francisco, en 2014, convocó a la curia para ampliar la definición de familia.
Desde finales del siglo XX venimos leyendo innumerables artículos sobre la desaparición de la familia tradicional. Una de las razones más importantes, es que el sistema económico actual no es congruente con los valores tradicionales de la familia nuclear, tal como sucedió en el tiempo de la revolución industrial que tampoco coincidió con los valores de aquella familia (Thurow, 1997). Hoy hay debates sobre la familia tradicional frente a otras estructuras familiares contemporáneas que sintetizan los cambios económicos, políticos, sociales, culturales y demográficos de cada sociedad. Pero parece que estos políticos, sus patrones y sus adivinos, no entienden que no entienden.