LA BUENA NOTICIA

Obispo de periferia es enviado a Izabal

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Miguel A. Martínez M. originario de Yupiltepeque, Jutiapa, e incardinado en la diócesis S. Francisco de Asís, es nombrado obispo para Izabal. Una misión que nunca buscó —en ese “carrerismo” miope que consume a algunos eclesiásticos revestidos de humildad cachureca—, pero que asumió con la misma actitud de apertura al Misterio de Dios, disponibilidad a la Iglesia y deseos de servir a las comunidades, que lo ha caracterizado en sus casi cuatro décadas de experiencia presbiteral.

' Pastor fraguado en la cantera de la periferia para amar al pueblo de Dios.

Víctor Manuel Ruano

Inició su misión en san Carlos Alzatate, recorriendo a pie las comunidades enclavadas en zona montañosa, pero con el vigor y la ilusión de un joven recién ordenado. Así lo hizo en Santa María Xalapán, compartiendo la vida de un campesinado sediento de Evangelio y luchador por condiciones de vida dignas, largamente negadas por un sistema político-económico excluyente y fabricador de pobres.

En Monjas recibió la parroquia de uno de los más connotados presbíteros que tuvo la diócesis de Jalapa: Mario A. Mejía T., que había sido su formador en el Seminario de la Asunción. Estudiante y Maestro se encontraban, ya no en las aulas, sino en los caminos de la misión.

También Jutiapa fue escenario de su ministerio pastoral, teniendo la oportunidad de acompañar al pueblo que lo vio nacer, en una parroquia que abarcaba El Adelanto, Zapotitlán, Yupiltepeque y Jerez, ganándose el respeto y la estima de sus paisanos. Enseguida, la Providencia lo llevó por las tierras cálidas de Pasaco; para luego desempeñarse en los climas templados de Quesada y de las comunidades xinkas de la montaña de Jutiapa.

Sirviendo en la ciudad de Jutiapa, lo sorprende el papa Francisco, al enviarlo a “La Tierra de Dios”, bañada con la sangre de sus mártires, el testimonio de un laicado comprometido y para recoger los frutos de la siembra que, en 1951, inició Mons. Miguel A. García A. quien, al ser nombrado obispo de Jalapa, fue también Administrador Apostólico de Zacapa, que abarcaba Izabal, y bendijo el templo, que luego sería la catedral. ¡Sorprendente que haya bendecido la catedral de sus dos hijos obispos en esas tierras! Además, el P. Miguel tuvo la delicadeza de acompañarlo en su último tramo por esta tierra siendo obispo emérito de la diócesis de Jalapa.

Recibirá el legado de grandes obispos, que son referencia histórica creíble para las comunidades eclesiales de Izabal, como un Gerardo Flores, con su amor entrañable a los pobres y su pasión profética; un Luis María Estrada P., con su carisma dominicano llevando la Palabra y construyendo comunidad; un Gabriel Peñate R. con su sentido pastoral y misionero al estilo de Jesús hasta experimentar el infame rechazo de los escribas, fariseos y sumos sacerdotes de hoy; y un Domingo Buezo, que impregnó el espíritu de Aparecida para un discipulado misionero al servicio de la vida.

Destacamos su servicio de Vicario General en la diócesis de Jalapa, además de Vicario Judicial, pues se especializó en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad de Salamanca, lo cual le permitía integrar el Tribunal Eclesiástico. Actualmente era el Vicario Pastoral de Jutiapa.

Nos congratulamos con la Iglesia de Izabal que se prepara para recibir desde Quiriguá, cuna de los mártires Tulio y Luis Obdulio, a un pastor fraguado en la cantera de la periferia para amar al pueblo de Dios; a un presbítero con olor a pueblo campesino y xinka, para cargar las angustias y penas, las alegría y esperanzas de los más pobres, haciendo suyas sus causas y sus luchas; a un hombre de Dios dispuesto a caminar junto a su pueblo en la perspectiva del Reino, abierto al Misterio que siempre sorprende, disponible para edificar la Iglesia que Jesús soñó y a servir a los más empobrecidos al estilo de Jesús.

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