La semana pasada inició la segunda fase del proceso electoral: la campaña. Durante la noche y madrugada del lunes 27, diferentes partidos coordinaron una logística para apoderarse de los espacios visibles para publicitarse en las principales vías de las ciudades. Los candidatos tratarán de llamar la atención de los votantes de diferentes formas. El electorado tendrá la oportunidad de conocer a los diferentes candidatos, pues, aunque es un período de saturación visual, verbal y popular, nos da la oportunidad de conocer a los aspirantes a diferentes puestos. Las campañas sensacionalistas tratarán de impresionarnos, dos de ellas ya fueron sancionadas por el TSE, por reñir contra la moral: “Dos mujeres, un camino”, de FCN, y “A huevos y sin Pajas Seguridad y Trabajo”, de Nosotros, lo cual es bueno, pero se deben revisar otras que también riñen contra la moral al apelar al morbo y/o a la inocencia de los ciudadanos, al procurar generar presencia. Los partidos deben realizar campañas serias y de altura, al dar a conocer sus principios ideológicos y planes de gobierno para que el votante pueda elegir, sin incentivar el odio.

Este es tiempo para que quienes emitiremos nuestro voto reflexionemos sobre cuál será nuestra decisión, en medio de esta maraña política difícil de desenredar. Recordemos que la elección permitirá acceder al poder a nuevas autoridades que estarán por los próximos cuatro años, un tiempo complicado, por el entorno económico a nivel mundial, pero sobre todo por el complicado entorno político del país. Existen dudas sobre la idoneidad del Tribunal Supremo Electoral. Sabemos que hay grupos detrás del poder que quieren seguir manteniendo el statu quo, pues en río revuelto, ganancia de pescadores.
En artículo anterior expresé las características ideales en un buen gobernante. Con la idea de orientar a la ciudadanía, ahora quiero enfatizar en algunas líneas fundamentales que debemos observar en la propuesta de su plan de gobierno: 1. Visión de largo plazo (30 años mínimo); 2. Cero corrupción; 3. Seguridad; 4. Alimentación y cobijo universal. Subsidiariedad del Estado; 5. Prioridad en salud y educación: servicios de calidad para todos. Puede subsidiarse a cambio de servicio público o social; 6. Desarrollo de medios/vías de comunicación: carreteras, puertos, aeropuertos, digitales, etc; 7. Apoyo a la investigación científica y el desarrollo tecnológico; 8. Reingeniería del gobierno: muchos ministerios podrían desaparecer sin que suceda nada notable y faltan algunos como el de Planificación que nos orienten adecuadamente hacia el desarrollo; 9. Descentralización y desconcentración.

Los afiliados a los partidos políticos deberían participar sin aspirar a puesto ni prebenda alguna. Lo importante es hacer prevalecer el bien común sobre el bienestar personal y actuar con responsabilidad social. Las personas que ocupen cargos en los organismos del Estado deben: respetar la independencia de poderes y el término de su mandato, rendir periódicamente cuentas claras y completas de su gestión y firmar con anticipación una carta de renuncia o rescisión del cargo, la cual se haría efectiva ante demanda pública plenamente justificada, a juicio de un tribunal de honor.

Nayib Bukele nos ha dado ejemplo de que con voluntad política, carácter y decisión sí pueden hacerse cambios en una nación. Él lo está demostrando en El Salvador, aun contra toda crítica, alguna bien fundamentada, está haciendo cambios notables. Si en nuestro país un buen líder toma la decisión, podríamos hacerlo mejor. Guatemala es un país con gran potencial, abundantes recursos mal utilizados, una población resiliente y trabajadora y un entorno macroeconómico relativamente estable que lo que necesita es un buen líder que siente las bases del desarrollo, al privilegiar el bienestar general y no el suyo propio.