LA BUENA NOTICIA

Ovejas sin pastor

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Algunas veces los evangelios destacan los sentimientos de Jesús: su alegría, su enfado, su tristeza. En una ocasión, dicen los evangelistas Mateo y Marcos, a Jesús se le conmovieron las entrañas. Fue cuando se dirigió con sus discípulos a un lugar apartado, supuestamente lejos de la gente, y al desembarcar se encontró con una multitud que lo esperaba. Jesús sintió enorme compasión porque le pareció que esa avidez por buscarlo era manifestación de una indigencia que él había venido a remediar. Jesús palpó en esa ocasión la búsqueda del sentido y de la luz que le dan forma y propósito a la existencia humana. Le pareció que aquella multitud era como un rebaño sin pastor.

' Muchos buscamos en la fe respuesta a esos enigmas y preguntas.

Mario Alberto Molina

Me he hecho la pregunta: ¿es aceptable esa imagen hoy? ¿No es la nuestra la cultura de la autonomía, de la libertad y la independencia personal? ¿Alguna vez nos sentimos hoy como ovejas sin pastor? ¿Esperamos a algún pastor que nos guíe o más bien reclamamos el derecho a decidir por nosotros mismos? Sorprendentemente no somos tan autónomos e independientes como pretendemos. Contamos con asesores legales y nos dejamos guiar por sus consejos en los embrollos con la ley. Confiamos en los asesores financieros, cuando tenemos que tomar decisiones sobre montos considerables de dinero. Por supuesto, por lo general, obedecemos los consejos y advertencias médicas cuando de la salud se trata. Para reparar el vehículo recurrimos a un mecánico de confianza y ponemos en sus manos la seguridad de nuestras vidas en la carretera. Y así podemos ir por una multitud de ámbitos de la realidad en los que buscamos consejo, en los que nos dejamos guiar por quien suponemos que nos puede orientar mejor. Los únicos ámbitos en los que muchos prefieren no tener consejeros, ni pastores ni guías son el religioso y el moral. En esos campos afirman su autonomía y reclaman su libertad para decidir. Muchos se fabrican religiones a su gusto y se dan criterios morales según su propio entender. Y ese es precisamente el único ámbito en el que Jesús pretende ejercer de pastor y guía. Por eso también lo rechazan.

¿Qué buscaba aquella gente que esperaba la llegada de Jesús en aquel paraje que él creía solitario? ¿Qué buscamos quienes hoy todavía recurrimos a Jesús y a su Evangelio para encontrar una palabra de aliento, un consejo de conciencia, una propuesta de esperanza? Buscamos fundamentalmente sentido de vida y salvación frente a dos enigmas que cuestionan nuestra existencia.

Preferimos olvidar que somos mortales, pero sabemos que la muerte está a la vuelta de la esquina. La pandemia ha hecho más abrumadora su presencia. La muerte le roba sentido a la vida y al esfuerzo que cuesta construirla de modo significativo. Muchos prefieren aceptarla como un hecho inevitable y olvidarse de que, si todo acaba en la aniquilación, la vida es una pasión inútil, como decía el filósofo existencialista J. P. Sartre. A este enigma se añade otro: nos equivocamos, tomamos decisiones erróneas, arruinamos por ello esa vida que pensábamos construir a nuestro mejor entender. A veces hasta somos perversos y actuamos para destruir. Cuando nos damos cuenta de una y otra oscuridad que nos envuelve, muchos buscamos en la fe respuesta a esos enigmas y preguntas. A ellos responde Jesús. Nos enseña que a la base de la realidad no está la fatalidad o el azar, sino el designio benévolo de Dios. Nos habilitó con su muerte para que quien se arrepiente de haber tomado decisiones erróneas reciba gratuitamente el perdón de Dios y pueda comenzar de nuevo. Él venció la muerte y ofrece la vida más allá de la muerte a quienes ponen en él su fe y su esperanza. En esos campos, sin Jesús, somos ovejas sin pastor.

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