LA BUENA NOTICIA

¿Pandemia? Cuidado, oración y familia

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“Felicito y apoyo la iniciativa de oración: imploremos juntos desde todos los credos. Pidamos a Dios que detenga esta y todas las pandemias: hambre, violencia, etc.” (Papa Francisco, 14 mayo 2020). Con estas breves pero intensas palabras, el Papa Francisco se unía el jueves pasado a todo el mundo “creyente” en súplica a Dios.

' Orar, y especialmente en Guatemala, por quienes pueden llevar la parte más dura de la crisis sanitaria y económica.

Víctor Palma

Ciertamente, un 90% de la Humanidad “tiene un Dios en quien creer, a quien seguir, y apoyarse” en tiempo de grave dificultad como la causada a todos por el inesperado golpe del covid-19. Este llamado religioso a todos los credos —en el Alto Comité por la Fraternidad Humana hay representantes fijos del Cristianismo en sus varias modalidades, del Judaísmo, del Islam, etc.— es un bálsamo de esperanza, al tomarse conciencia de que la crisis “nos ha tomado a todos, y nos dimos cuenta de que estamos en la misma barca” (Papa Francisco, 22 de marzo 2020).

Los Estados han descubierto como nunca que la tendencia a “ir cada uno por su lado” en afrontar la pandemia lleva al cumplimiento del dramático juicio de Virgilio (70-19-a.C.): “La multitud vacilante termina dividida en facciones opuestas”. Realidad para nadie oculta, al llegar los países a “competir por ver quién está manejando mejor la crisis, cuánto se está invirtiendo, quién produce primero la vacuna”. Si la “sana competencia” es un acicate a la productividad y el ingenio, lo contrario, la división y aumento del clima de sospecha, puede retrasar las mejores soluciones, según el viejo proverbio africano: “Si quieres llegar rápido, ve solo, pero si quieres llegar lejos, ve acompañado”.

En el amplio campo de la “creencia en Dios” nunca ha sido tan grande el reto de “reflejar la divinidad en la que se cree” a través del compromiso con lo humano en el cuidado de la vida, aunque también su “espiritualidad”: ambas dimensiones en la certera confesión de San Ireneo (130-202 d.C.): “La gloria de Dios es que el hombre viva, si bien la vida del hombre está en la visión de Dios”.

Cuidar la economía, que al final está al servicio de la vida, y cuidar la vida, no solo para “producir más”, sino para vivir más plenamente, es en la certeza que comienza —¡finalmente!— a aclararse en los sectores sociales: al centro de todo debe estar la persona humana, y los valores, no los precios. Al final, del rico evento de esta oración, no pandémica, sino “pan-religiosa”, se obtiene el maravilloso fruto de la constatación hecha por Pablo de Tarso: “Dios quiere que todos los hombres se salven, y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tm 2,4).

Orar, y especialmente en nuestra Guatemala, por quienes pueden llevar la parte más dura de la crisis sanitaria y económica, y hacerlo con verdadero espíritu de hermanos: rezando y ayudando a fondo. Pero no se trata del “individuo que ora y se salva”, como bien lo recomendaría el individualismo incluso religioso de nuestro tiempo: es la Familia, la que “se salva en la verdad” en el designio que Dios tiene hacia ella, como lo describe la Marcha Virtual “Guate Por la Vida”, de hoy sábado, 16 de mayo (visite: www.facebook.com/familiaimporta), celebrada luego del viernes 15, Día Internacional de la Familia. Son ellas, las “pequeñas iglesias domésticas”, las que “quedándose en casa”, las que viven el sufrimiento variado de la pandemia al ver reducidos sus ingresos, vivir el temor del contagio de los abuelos y enfermos. Y son ellas las que pueden forjar un futuro mejor, “saliendo de la cuarentena más humanas y creyentes comprometidas” de acuerdo al credo que profesan.

ESCRITO POR:
Víctor Hugo Palma Paul
Doctor en Teología, en Roma. Obispo de Escuintla. Responsable de Comunicaciones de la CEG.

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