CON OTRA MIRADA

Pon tus barbas a remojar

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Antiguamente se consideraba una afrenta cortar la barba a un hombre, hecho que trae a mi memoria la sabiduría popular del resultado refrán: “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”, a propósito de los desastres causados por los terremotos que en los últimos 47 años nos tocó vivir o al menos conocer, fuera de cerca o de lejos.

' El conocimiento adquirido será sometido a prueba de fuego durante el próximo evento sísmico.

José María Magaña Juárez

Los terremotos son eventos sísmicos que ocurren por el movimiento de las placas tectónicas, erupciones volcánicas o combinación de ambos factores. Su magnitud e intensidad se miden según las escalas Richter y Mercalli, respectivamente. El riesgo que representan, en cambio, carece de método de medición, pues es resultado del daño que causa a la vida humana y sus bienes.

En febrero de 1976, un terremoto de magnitud 7.5 golpeó el territorio nacional a lo largo del recorrido del río Motagua, de 486 km, que nace en el altiplano y desemboca en el Atlántico. Su duración fue de apenas 39 segundos, tiempo suficiente para destruir todo a su paso, dejar 23 mil muertos, más de 76 mil heridos y más de un millón de damnificados.

En mayo siguiente, un terremoto de magnitud 6.4 a lo largo del río Tagliamento, el más importante de la región de Friuli-Venecia-Julia, afectó varias ciudades históricas, que un equipo de estudiantes evaluó bajo la supervisión del colega Donald del Cid, a cargo de la delegación del Centro Internacional para la Conservación, solicitada por Unesco.

Durante aquella experiencia, entender los daños sufridos por los edificios históricos debido a sus materiales, sistemas constructivos y edad fue importante en mi formación en conservación. Sin embargo, lo inaudito fue conocer que la destrucción de la nueva arquitectura se debió a la corrupción edilicia, originada en los despachos de los alcaldes, en contubernio con inversionistas y constructores, para ganar dinero.

Para eso, la corrupción facilitó sortear trámites, incumplir con especificaciones mínimas de refuerzo estructural y usar materiales de baja calidad. Algo parecido sucedió años más tarde, en 2009, en L’Aquila, capital de Abruzo, al centro de Italia.

Ahora, apenas un mes atrás y con la inmediatez que la tecnología ofrece, vimos en tiempo real cómo la naturaleza se ensañó con Turquía y Siria, en donde nuevas edificaciones de varios pisos sucumbieron ante las fuerzas horizontales, por las causas señaladas: no tener el refuerzo estructural necesario y pobres materiales de construcción. Ese desliz generó ganancias a funcionarios, empresarios y mafiosos sinvergüenzas, a quienes no importó el alto riesgo al que expusieron vidas humanas y cuantiosas pérdidas económicas.

La historia sísmica de Guatemala no ofrece periodicidad de esos eventos, aunque permite estimar que ocurren en un arco de 40 a 50 años, toda vez que en su territorio confluyen tres placas tectónicas: Cocos, Continental y del Caribe. Sus choques iniciales, al formar la corteza terrestre, dieron origen a su extraordinaria topografía y sus 37 volcanes.

Las lecciones estructurales que los terremotos del 4 y 6Feb1976 dejaron en el campo de la construcción en Guatemala tuvieron efectos positivos en la formación de profesionales en Arquitectura e Ingeniería.

Es tiempo, pues, de poner a remojar nuestras barbas. El conocimiento adquirido será sometido a prueba de fuego durante el próximo evento sísmico… aunque me temo que la peor parte la sufrirán las edificaciones fuera de control municipal alguno y de profesionales capacitados para su aprobación; realidad agravada por la irresponsable autorización de construcciones en terrenos no adecuados, que los hay en abundancia.

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