A contraluz

Porras y su obra “La fiscal no tiene quien le crea”

Arévalo y su gobierno carecen de una comunicación política eficaz para contrarrestar los ataques en su contra.

Rafael Curruchiche preparó el escenario con gran esmero. Para la ocasión lucía sus mejores galas, y sus sobreactuados ademanes aparentaban ser más firmes. El martes pasado, en el amplio salón del Ministerio Público (MP) se desplegaba una pantalla en la que se informaba sobre las supuestas anomalías por Q7 mil 274 millones 272 mil de un convenio que el gobierno de Bernardo Arévalo suscribió con la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (Unops).

El caso espurio de Consuelo Porras y su pandilla buscaría favorecer a las farmacéuticas.

Según el jefe de la Fiscalía Especial contra la Impunidad, esta vez sí impactaría su show, ya que sus anteriores intentos de acabar con Arévalo terminaron en sonados fracasos. Confiaba en que la gente enardecida iría a sacarlo a sombrerazos de la Casa Presidencial. Según él, entre manos tenía un escándalo quizá mayor al que provocó la caída de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti. El “fiscal del pueblo”, como se hace llamar, creía que sería vitoreado por las multitudes que frenéticas le aplaudirían por destapar un vergonzoso caso de corrupción.

El espectáculo contó con luces de bengala y circo mediático con despliegue de allanamientos, inspección y secuestro de evidencias en el Ministerio de Salud y cinco farmacéuticas. Para que la población se indignara, se inventó un “modelo de negocio” en el que Gustavo Alejos, vinculado a farmacéuticas, recibe dinero y lo deposita en cuentas en el extranjero. Según el fiscal, cuando Arévalo necesita pisto para “actos de corrupción”, los fondos llegan al país y se lo entregan a Santiago Palomo, su secretario de Comunicación Social. O sea, la corrupción llega al nivel más alto del Ejecutivo.

Sin embargo, algo pasó. El libreto de la obra no causó el revuelo esperado. Pasó sin pena ni gloria. La representación teatral evidenciaba que no había sustancia. El caso, como tantos otros fabricados por Consuelo Porras y sus adláteres, se basaba en denuncias de personas anónimas, que quién sabe si existen; tampoco tiene ni una sola prueba contundente que demuestre irregularidades.

Hasta uno de los fiscales que presentaba las supuestas pruebas evidenciaba nerviosismo extremo, como si hubiera estado obligado a mentir frente a las cámaras. La verdad es que hay que reconocer la capacidad imaginativa de Porras y Curruchiche, que estarían bien para escribir el guion de la obra teatral “La fiscal no tiene quien le crea”.

Los mismos autores del sainete saben que el espectáculo no tendrá mucha repercusión porque está montado sobre bases totalmente endebles. Empero, el propósito, igual que los anteriores intentos desestabilizadores de Porras, es desgastar la imagen de Arévalo. Asociarlo con la idea de que es corrupto, lo cual genera dudas en la ciudadanía que esperaba mayor contundencia del mandatario contra los corruptos, como Porras.

Además, buscaría echar por tierra el convenio con la Unops que ha permitido el abastecimiento de medicamentos, equipo y material médico-quirúrgico al sistema hospitalario público, a bajo costo. Es más, hasta la denuncia de Curruchiche reconoce que con este contrato el Estado ha ahorrado en la compra de medicinas. Es claro que uno de los objetivos de Porras y su banda es beneficiar a las farmacéuticas que buscan controlar las compras públicas, porque están vinculadas a la partidocracia tradicional.

Pero mientras sus enemigos hacen hasta piruetas para desbancarlo, Arévalo sigue tranquilo frente a su tablero de ajedrez, como si el país viviera en la dolce vita. Hasta ahora, no se ha dignado a dirigir un mensaje a la nación en el que denuncie el bochornoso montaje de Porras y su pandilla. Ni siquiera hay información masiva para comprender por qué el contrato con la Unops es de beneficio para el país. Como siempre, el presidente y su gobierno carecen de una comunicación política efectiva en momentos de crisis.

ESCRITO POR:

Haroldo Shetemul

Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca, España. Profesor universitario. Escritor. Periodista desde hace más de cuatro décadas.