CIVITAS
Problema de uno, problema de todos
Los acontecimientos recientes por la invasión rusa a Ucrania han sido acompañados por una enorme cantidad de muestras de solidaridad hacia el pueblo ucraniano que provienen de ciudadanos del mundo entero. Y no es para menos. Vivimos en un mundo tan interconectado que resulta imposible no estar del lado de la libertad, la dignidad humana y los valores de Occidente al ver desenvolverse este conflicto bélico.
' Escuché al expresidente Lacalle decir que “el latino siente que los problemas de uno son los problemas de todos”.
Christa Walters
Desde nuestra región, tres países, cuyos líderes le han dado sistemáticamente la espalda a la libertad, salieron a apoyar la ofensiva del presidente ruso a Ucrania. Estos fueron Cuba, Venezuela y Nicaragua. No es ninguna sorpresa, pues si Díaz-Canel, Maduro y Ortega no han mostrado una onza de solidaridad con sus propios ciudadanos, llevándolos al borde de la miseria, tampoco lo demostrarían con otros y mucho menos dejarían pasar la oportunidad de reforzar las relaciones económicas y militares que tienen con Moscú.
A pesar de las posturas desafortunadas de los previamente mencionados, la empatía y solidaridad expresada desde lejos por el resto de los latinoamericanos a lo que sucede en Ucrania es la misma empatía que constantemente vemos entre nuestros países y que nos caracteriza. Hace unos años escuché al expresidente uruguayo Luis Alberto Lacalle decir que “el latino siente que los problemas de uno son los problemas de todos”.
Los latinoamericanos compartimos características de una cultura de hispanidad, historia, y con ello muchos de los mismos problemas económicos y políticos. Los mismos problemas de pobreza, atraso económico y débiles instituciones nos han aquejado por mucho tiempo. Ante viejas y nuevas propuestas que surgen para revertir la situación, debemos preguntarnos, ¿por qué aún no logramos encontrar alternativas a las dificultades que enfrentamos? ¿Por qué si los problemas de uno son los problemas de todos no hemos aprendido de los errores que otros ya han cometido?
A simple vista, parece que los latinoamericanos no aprendemos de los errores del pasado. Puede que tengamos memoria selectiva o simplemente una mala memoria. La cuestión es que el rumbo que han tomado algunos países de la región da luces de qué caminos son imperantes evitar y cuáles son más adecuados. Por ejemplo, la censura a la prensa y la academia en Nicaragua nos indica que cuando “revolucionarios” llegan al poder el conocimiento y la búsqueda de la verdad son aniquiladas. Los millones de venezolanos que huyen de su país buscando una nueva vida en Colombia también nos dice que el “socialismo” solamente genera pobreza. Así, la lista de ejemplos es larga y la pesadilla que viven muchos países latinoamericanos tiene un denominador común: los valores contrarios a las libertades individuales y al florecimiento humano que se reúnen en líderes egoístas que desembocan en estatismos fuertes.
De tal manera que las advertencias que dan los venezolanos no son en vano. Ellos se han vuelto expertos en identificar cómo los líderes políticos se vuelven autoritarios y acaban destruyendo las débiles democracias latinoamericanas. María Corina Machado, exdiputada venezolana, repite constantemente, “los venezolanos venimos del futuro, escúchenos”.
Debemos ser asuntos para evitar más retrocesos democráticos y el auge de aspirantes a autócratas que traen consigo un arsenal para destruir algunas de las cosas más preciadas para un individuo como lo son sus libertades y su dignidad. Pueda que sea en Ucrania o en nuestra misma América Latina, pero cuando el futuro de la libertad está en juego, el problema de uno es problema de todos.