SI ME LO PERMITE

Que las órdenes reflejen la conducta apropiada

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“Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. Georg Christoph Lichtenberg
En el mundo en el cual estamos, donde cada uno tiene relaciones, cada uno de nosotros tenemos que aceptar que nadie es tan independiente como para no necesitar tomar en cuenta a los que le están rodeando. La verdad es exactamente lo opuesto y lo cierto es que tenemos que asegurarnos, si queremos lograr nuestros sueños, de que debemos saber quiénes están sobre nosotros y tienen el derecho de dar órdenes y también darnos el permiso para hacer lo que queremos hacer.

Nosotros sabemos prestar atención de quién recibimos las órdenes y también quiénes son los que recibirán órdenes de nosotros para que se pueda lograr todo lo que nos hemos propuesto y está planificado para hacer. La simple convivencia es algo tan activo que nos ordenamos mutuamente con tanta naturalidad que se responde con toda naturalidad, porque hay una aceptación en nuestra mente de quién se reciben las órdenes sin algún cuestionamiento. En el fondo de esta estructura de la cual somos parte hay una conducta apropiada del que da las órdenes, que conlleva una autoridad que en ningún momento se cuestiona.

Hemos sido testigos de que algunos, en lugar de cultivar dignidad y autoridad para dar órdenes, han optado por ser imponentes o levantan su voz para dar la instrucción, lo cual en ningún momento los dignifica. Ese modo imponente o un exagerado volumen en la voz, como si el que recibe las instrucciones fuera sordo, son denigrantes. Posiblemente se desarrolla una pasividad en responder y responden solo en ese momento en que se refleja esa conducta. Tristemente, esto crea un entorno tan negativo que puede fácilmente llegar a perjudicar la convivencia y la productividad de todo el grupo.

' Ordenar es la cosa más fácil, lo que cuesta es cultivar la debida autoridad para ello.

Samuel Berberián

Recuerdo la primera vez que escuché el dicho “Al entendido con señas”, y esta realidad en muchas oportunidades la hemos vivido cada uno de nosotros, y no podemos negar que una relación de esta modalidad genera muchas veces cierta admiración en las personas que están observando la relación, y como valor agregado, esta relación mejora tremendamente la productividad y se logra hacer la tarea con una eficiencia admirable. Cuando uno llega a estar convencido de este principio, lo cultiva con una pericia admirable, pero claro está que la principal determinación está en la voluntad y el querer entrar en una conducta como esta.

Muchas veces, uno observando puede detectar quién es el jefe y con qué modalidad tiene a su gente trabajando. También esto fácilmente podemos verlo en el deporte, donde un grupo de deportistas integra un equipo, pero hay uno que es el capitán, que los coordina y todos los jugadores lo tienen a la vista. Esto, claro está, se alcanzó con horas de entrenamiento y escuchando las más mínimas instrucciones que él fue indicando. Y cuando llegó la hora del juego hay muy poco que decir o corregir en el equipo.

Por lo mismo, si queremos ganar el respeto de la gente y de los que están con nosotros para que se nos pongan a las órdenes y nos apoyen, deberíamos iniciar ganándonos el respeto y respetándolos, para que la integración del grupo no sea por presiones superiores, sino por una afinidad cultivada de interdependencia y valoración de cada uno por lo que es y por lo que es capaz de lograr.

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