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Qué revela el lenguaje corporal de Vladímir Putin

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En estos días, una pregunta inquietante empezó a recorrer el mundo: ¿Está loco Vladímir Putin? Pero más allá de esta consideración para justificar la invasión a Ucrania hay que entender su visión. Un hombre de una mirada gélida de lobo siberiano, que parecía que nada podía sacarlo de sus casillas, imperturbable y sereno. Conocido por su feroz deseo de privacidad, Putin ha sido admirado y al mismo tiempo criticado por su rostro impasible y su tendencia a no hacer movimientos con las manos.

' Por el lenguaje no verbal de Putin puedo predecir que Naftali Bennett podría ser un buen mediador en este conflicto.

Brenda Sanchinelli

Un hombre que entró a esta guerra con plena conciencia y planificación podría estar desequilibrándose en el camino porque no midió la fiera resistencia de Ucrania. Lo que encontró no era lo que sus generales le habían presentado, y allí empezaron a aparecer las señales de su posible desquicio, al punto de amenazar con oprimir el botón nuclear si se siente acorralado.

Putin es un exponente del ultranacionalismo ruso, la Unión Soviética tuvo su momento de esplendor que quieren revivir, y para los ultranacionalistas Ucrania es Rusia. Desde esa visión histórica, todos los zares exitosos, desde que se sentaban en el poder, querían expandir el territorio; los mediocres lo dejaban igual y los fracasados, al terminar su mandato, tenían menos extensión territorial que al inicio. Esa es la concepción de Putin, la grandeza de Rusia es proporcional al tamaño de su territorio.

Así ha sido su dinámica desde que asumió el poder, sin ningún problema en sus conquistas de tierra arrasada, como las que hizo contra Chechenia (1999), con una guerra de exterminio; arrebató territorios en Georgia (2008) y Crimea (2014), sin que nadie pusiera el grito en el cielo. Pensó que en Ucrania pasaría lo mismo. Sin embargo, lo que está haciendo ahora no es en el patio trasero de Rusia, sino en el frente de Europa.

El estilo del discurso de Putin es claro: destruir, y no seducir. Pero más allá de su discurso amenazante en todo momento y la exhibición de su poderío nuclear, es interesante tratar de descifrarlo, aunque él ponga una barrera. Es cuestión de miradas. De movimientos. De gestos. Incluso en política y diplomacia el lenguaje corporal puede ser un arma.

Putin monta un escenario ante las cámaras y para sus reuniones con diferentes líderes mundiales en espacios grandes e institucionales. Por lo general no le gusta ponerse de pie y al lado de otros líderes, para que no se perciba que es bajo de estatura; prefiere estar sentado y a una distancia considerable de otros jefes de Estado. La mayoría de sus reuniones las ha hecho en mesas muy largas, lo que revela una posición de superioridad y control sobre las personas. Incluso proyecta aislamiento, que parece no importarle. Pero con presidentes afines a su ideología o que le simpatizan sí acepta acercarse y recibirles a una corta distancia; ambos sentados al mismo nivel.

Tiende a rascarse mucho el rostro, una señal clara de que necesita controlar su impulsividad y ese movimiento lo calma. Cuando sonríe, lo hace controladamente y también irónicamente cuando se trata de ridiculizar a alguien; un ejemplo, cuando corrige y humilla a su secretario de Seguridad en público. Por cierto, no admite que sus asesores lo contradigan.

Su lenguaje corporal, en general, no ha sido conciliador. Sin embargo, con el primer ministro de Israel mostró una actitud positiva. Naftali Bennett logró lo que nadie había conseguido, por lo que podría ser un buen mediador en este conflicto. En conclusión, Putin tiene un lenguaje corporal que, sin duda, parece reforzar en una demostración de lúcida determinación, agresión y poder; proyecta estar decidido a convertir sus palabras y advertencias en una realidad.

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