ALEPH
Resaca bicentenaria independentista
Los nacionalismos de los siglos XIX y XX han encontrado en este siglo una muralla natural de contención, quizás porque ya pocos buscan reafirmar la propia personalidad a partir de la autodeterminación política. Para no engañarnos, es mejor reconocer que, en pleno siglo XXI, vivimos a la sombra de un Estado neoliberal que busca reafirmar a la persona, principalmente a partir de la autodeterminación económica. Por ello no es difícil ver cómo un presidente del Congreso intenta, descaradamente, comprar votos frente a toda la ciudadanía que lo observa, con un celular pegado a cada oreja mientras hace transacciones a favor de la narcocleptocracia.
' Aparecieron los pueblos indígenas con una propuesta, y si queremos proponer un diálogo ha de ser alrededor de este tema.
Carolina Escobar Sarti
Esta vez fue muy interesante el momento prebicentenario e independentista en Guatemala, por varias razones: la primera, porque nunca antes vi una puesta en común tan abierta sobre estos temas, que cruzara distintos saberes sobre las implicaciones de eso que hemos llamado oficialmente “independencia” en nuestras vidas y nuestra historia reciente. Se democratizó la historia para salir de la conocida versión oficial. Recorrimos, en algunos casos, desde la invasión y la conquista española, que trajeron consigo muchos de los vicios que aún definen el actuar corrupto y explosivo de las elites de poder en Guatemala, hasta la nueva colonización de Estados Unidos, que hoy también define mucho del cómo pensamos y hacemos las cosas por aquí (las ansias de privatizar la salud, solo para citar una de ellas).
La segunda razón es que este 2021 marcó el fin del indígena de museo y postal. Ante la insistencia de la historia oficial de borrar el papel de resistencia que han jugado los pueblos indígenas durante siglos, apareció hoy en el centro de la escena política un actor de expresión imperturbable, con rostro y voz, que a conveniencia de algunos había permanecido en la periferia de nuestra historia. Y, además de aparecer, lo hizo no desde una autodeterminación de víctima o sujeto pasivo, sino como un sujeto histórico que propone una estrategia para la conformación de un Estado Plurinacional que no nace en esta coyuntura, sino hace varias décadas. Aparecieron los pueblos indígenas con una propuesta y, si queremos proponer un diálogo en Guatemala, ha de ser alrededor de este tema en particular, en el marco de una estrategia mayor que busque la unidad en la diversidad.
Nos volvimos a hacer la pregunta de ¿qué es lo que no cambia para que, a pesar de tanta sangre y polarización, estemos en medio de una crisis tan profunda que tiende sombras sobre crisis anteriores? Solo que ahora ganamos anchura en este propósito de integrar a más en estas obligadas preguntas. Salió el tema de las elites innumerables veces y reconocimos que hay una elites más responsables que otras por todo este descalabro que vivimos. No son solo las elites económicas (aunque sí las más responsables), sino también las elites académicas, militares, eclesiales, sociales y políticas. Y muy pocos estuvieron en sintonía con una celebración bicentenaria oficial que pretendía alejarnos de manera artificiosa, por algunos días, de la crisis que ha provocado el mal manejo gubernamental de la pandemia por covid-19 y de hechos de corrupción que no nos dan tregua.
Así que la resaca de esta coyuntura independentista es como aquella que dejan las buenas celebraciones, se siente pero también se valora: no hubo desfiles militarescos, hubo varios foros de debate y diálogo alrededor del tema, la celebración gubernamental pasó bastante desapercibida, lo cual no alegra porque sea gubernamental o no, sino porque es una contradicción en sí misma, y hubo un actor más presente que nunca y con una clara propuesta: los pueblos indígenas.
Volvemos a nuestra Guatemala que sigue sin darnos tregua, pero como dijo el tenista Djokovic: “la presión es un privilegio”.