LA BUENA NOTICIA

Roe vs. Wade… ¿Demasiada religión católica?

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De los gritos pro justicia en las plazas de su Florencia natal decía Dante Alighieri: “De los que van esos reclamos, pocos tienen la justicia en el corazón, la inmensa mayoría la tiene solo en la boca” (Divina Comedia) Es decir:

1) Puede haber un reclamo auténtico, pero también uno irracional, contrario a la justicia misma, nacido de ideologías violentas a sus opositores. En la clásica definición de justicia “unicuique suum tribuere” (“dar a cada uno lo que le corresponde”, Cicerón), el problema es el “suum”: no atropellar al otro en sus derechos —la vida, por ejemplo— es verdadera justicia. Ante el eslogan feminista de “yo decido sobre mi cuerpo” surge la evidencia científica de que el cuerpo llevado en el vientre ya está definido como el de otra persona real en una etapa distinta de desarrollo, con el argumento de los latidos del corazón, que se ha afirmado ya se detecta en una ecografía, en la sexta semana, mientras el primer latido ya se da en el feto a los 16 días de la fecundación o “concepción”, que determina el inicio vital de la persona humana.

2) El debate se da hoy en la Corte Suprema americana, por la filtración del borrador de una posible anulación del fallo Roe vs. Wade de 1973: se trata de un documento donde se tienen todas las razones de derecho natural, científicas, no religiosas, y es de importancia: se reconoce el error cometido en el fallo Roe vs. Wade que constituyó el “falso derecho al aborto”, justificando que el niño era tal solo al momento de nacer y ser declarado persona jurídica. Los avances de la ciencia —y no los credos religiosos— apoyan la definición legal de “otra persona” en el vientre de la madre, la cual, como ella tuvo el derecho a nacer, y lo logró, también lo tiene el “aún no nacido”.

3) La causal de J. Roe (pseudónimo de Norma McCorvey, abogada de casos abortistas) fue que su vida peligraba con el tercer hijo. Luego de haber logrado su “aparente derecho” a abortar, dio a luz y lo dio en adopción, afirmando en 1995: “En realidad nunca entendí qué significaba la palabra aborto. Debo confesarlo. Me sentía avergonzada desde hacía años. Bebía mucho. Hice todo lo que se podía hacer para suprimir todo lo que me recordara eso”. Desde el año 2000 hasta 2005, Norma trabajó para que se cambiara la decisión de la Corte Suprema. Pero no lo consiguió.

' “En realidad nunca entendí qué significaba la palabra aborto...” Norma McCorvey, abogada de casos abortistas.

Víctor Palma

4) Así, la posible decisión de los magistrados americanos debe actuar con independencia, no solo de argumentos de religión fundamentalista —el caso de la Iglesia Católica no lo es, por su Magisterio a favor de la vida, con principios no solamente bíblicos, sino científicos, y de la Ley Natural presente en las constituciones de los países—, sino también debe ser independiente de hacer “lo políticamente correcto” pero “éticamente indebido” bajo presión de grupos poderosos como Plan Parenthood y hasta del mismo presidente Biden, que “la mujer debe elegir” olvidando que la otra vida en el vientre no es la de ella, sino un futuro ciudadano de EUA.

5) Desarrollar los servicios sanitarios, dar verdadera educación afectiva y no solo sexual de corte veterinario, desvinculada del verdadero amor; ayudar a familias jóvenes, son acciones claves para apoyar cualquier embarazo en dificultades y evitar el crimen del aborto (Papa Francisco); 6) Claro, sí puede haber “mucha religión en la legislación” cuanto los argumentos son fundamentalistas y emitidos al estilo del Antiguo Testamento, como se perfila ya para la próximas elecciones, cuando en fin hay un feminismo que no reclama los feminicidios, el uso de la mujer en pornografía, el tráfico de personas, el machismo cultural, la desnutrición de los niños, sino arremete contra la posible “niña” que aún no ha nacido.

El catolicismo no rechaza a las personas homosexuales, sino respeta su dignidad (Papa Francisco), ni esconde casos penosos de pedofilia, como afirma Maureen Dowd; eso sí, no recurriría al odio cuando se le acabaran los argumentos a favor de la vida; por cierto, aún muchos y muy válidos.

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