CATALEJO
Será un cambio de época, no una época de cambios
Una época histórica se inicia cuando algún suceso importante permite iniciar una cuenta de años. Dentro de la historia de la humanidad no siempre estos sucesos tienen efectos mundiales, pero en los países analizados individualmente, sí significan cambios. En una apretada síntesis, Guatemala ha vivido las épocas prehispánica, colonial y republicana, y cada una de estas a su vez tiene cambios. Como república, nacida en 1847, veo seis: la Revolución Liberal, en 1871; la Revolución de Octubre, en 1944; los gobiernos militares posteriores a la Liberación en 1954; la guerra interna, 1960-1996; los gobiernos electos encabezados por civiles, desde 1984 hasta ahora. Los errores de cada uno marcaron la historia, para bien y aún pasan su factura a estas generaciones.
Un elemento común en todos es haber comenzado con la esperanza ciudadana por la promesa de cambios para mejorar. Pero esa posibilidad quedó truncada muy poco después por los abusos en todos los campos más el peso del momento histórico tanto mundial como guatemalteco. Contribuyó el tradicional pensamiento generalizado de necesitar gobernantes cuasi omnímodos, como Estrada Cabrera y Ubico, cuyos desmanes fueron pronto rechazados por quienes los admiraban al principio, al primero de ellos los unionistas conservadores y al segundo por un rechazo ciudadano abierto, causante de su renuncia. También se parecen en ejemplificar la idea colectiva de sólo considerar buen presidente a quien es una especie de monarca absoluto cuya voluntad se obedece.
' El cansancio, el hastío, generalizados son detonantes de cambios sociales y políticos. No comprenderlo lleva al fracaso.
Mario Antonio Sandoval
En este momento histórico las condiciones están dadas para un nuevo cambio de época, a causa de los abusos cometidos por la mala calidad personal de la mayoría de los integrantes de los últimos gobiernos civiles y por la burla de las leyes electorales, con el resultado de la pérdida, en pocos años, de la confianza en nuevas instituciones como la Corte de Constitucionalidad, cuyo alcance real era poco conocido, al punto de haber sido bautizada como “Corte Celestial”, porque decide de todo sobre todo, junto con el Tribunal Supremo Electoral, a un principio fuente de la seguridad ciudadana del resultado real de las elecciones. Al perderse esto y al identificar la cooptación total de ambas, además de la Corte Suprema de Justicia, se encendió la corta mecha de una bomba.
El prestigio del Ministerio Público naufragó por la tormenta y el huracán de las ilegalidades. Convertido en lacayo del Ejecutivo, se afianzó como perseguidor declarado del TSE. La afirmación giamateyesca de independencia de los poderes es cínica, como mínimo. Ayer, fiscales del MP y policías secuestraron ilegalmente en el TSE las actas con material electoral, y por la tarde, luego desaparecidas, según fue informado oficialmente. Por supuesto, fueron invocadas leyes necesarias aplicadas ilícitamente. Esto derrumba la credibilidad de lo prometido en dos ocasiones por Giammattei, no precisamente famoso por el cumplimiento de sus palabras, dichas a fuerza de lenguaje firme o gritos.
La necesidad de una nueva época política del país, no solo de cambios, se comprende mejor con el resultado de las elecciones y los intentos, en muchos casos burdos, de irrespetarlas hasta de repetirlas. La democracia republicana es el mejor y más efectivo sistema de gobierno, por basarse en ideas correctas. Pero debe ser aplicada y sus efectos aceptados por la población y los centros nacionales de poder político, económico, académico, incluso religioso. El peor de los males es la corrupción, porque mata, causa atraso en todos los campos, afecta los legítimos intereses nacionales con sus derivados de compadrazgo, enriquecimiento ilícito y rampante. Cuando provoca el cansancio, este deriva en acciones de posibles peores consecuencias, pero son efecto de causas innegables.