CATALEJO
Serrano y su amnésica versión del serranazo
El viernes se cumplieron 30 años del autogolpe de Jorge Serrano, calificado por él mismo de “serranazo”, hecho enterrado en la historia de un país sin memoria histórica. Ahora, el interés nacional está centrado en las elecciones de dentro de 27 días y no existe la memoria colectiva. Desde Panamá, donde vive rodeado de lujos porque fue expulsado del país en vez de encarcelado, presenta una versión parcializada y con conveniente amnesia. Admite abiertamente haber dado el serranazo “que hubiera sido la solución del país… porque iba a reorganizar el gobierno” y esto “causó pavor de los “dueños de la guayaba”. “Me desesperé y decidí a dar el golpe”, pero no pudo, por haberlo impedido “la cúpula militar corrupta encabezada por Otto Pérez Molina y Dionisio Gutiérrez”.
Agrega: los cambios constitucionales crearon las comisiones de postulación, para controlar la elección de los magistrados; prohibieron la emisión de dinero para obligar al Estado a pedir préstamos a la banca privada, todo eso complementado con las privatizaciones, innecesarias porque lo correcto era la desmonopolización. “No renuncié porque tenía el 89% de aprobación del pueblo”. (¡!!!). Como motivos, expone el chantaje del Congreso, las cortes haciendo “lo que les daba la gana”. Hoy apenas “uno o dos candidatos tienen valores morales necesarios para aspirar a la presidencia” y “Guatemala es ahora un estado narcotraficado, un narcoestado”. Desea informar a los jóvenes, no nacidos o muy niños entonces y por ello se deben señalar anécdotas y hechos olvidados.
Cerezo, hábil orador como él, aceptó un debate en el cual “ganó” Serrano y le permitió vencer a Jorge Carpio, contra quien el gobierno democratacristiano tenía una inquina cuyos motivos nunca supe. Su peor faceta saltó al ser presidente. Ya era millonario, porque según me dijo, las donaciones previas a la segunda vuelta eran para él, y se las embolsó. Gustaba humillar a los oficiales militares de la casa presidencial. En el Liceo Guatemala lo llamaban el loco Serrano por violento y gritón. Mi relación con él fue eminentemente periodística. Una vez me hizo reclamos con aspavientos en la Casa de la Reconciliación, y Manuel Conde, funcionario cercano, lo sacó. Pocos días después, pidió una reunión en la casa Harold Caballeros para limar asperezas, pero iracundo, me amenazó de muerte. Le respondí literalmente “sos un imbécil”.
' El serranazo, ya sepultado en la Historia, tiene ahora una versión amnésica para los jóvenes, y debe ser comentada.
Mario Antonio Sandoval
A los pocos días, en un viaje familiar a Río Dulce, mi suegra se asustó muchísimo al ver acercarse tres tiburoneras llenas de hombres con metralletas Uzi a la casa donde estábamos. Iba en moto acuática y al intentar bajarse cayó al río. Lo invité a pasar. Todos lo ignoraron, entre ellos mis hijos, en una silenciosa y digna protesta. Le di una cerveza, y al verla envuelta en papel periódico, comentó: “Es del bueno. No está impreso”. Llegó Angie, la directora de un orfanato, y le dijo “Yo a usted lo he visto. ¡Ah! Es Serrano!” Los hombres, ocultos tras los árboles, de pronto se retiraron. Al terminar la corta visita, mi esposa dijo, seria: “Exigí al jefe de los guardaespaldas que los sacara de mi casa”. Ese guardaespaldas era, nada menos, el jefe del Estado Mayor Presidencial…
Concuerdo con Serrano en esto: los jóvenes menores de 40 años tienen derecho a saber quiénes y qué son los políticos y los candidatos, pero con la verdad. La tragedia actual se debe a corrupción, burlas a la ley, y acciones religiosas indebidas. Serrano fue el primer politiquero sepulcro blanqueado, por sus constantes y fuera de lugar invocaciones a Dios, como los innombrables Morales y Giammattei. Fue admirador y colaborador del golpista Ríos Montt en un “Consejo de Estado”, remedo de Congreso, del cual fue sacado a empujones cuando Mejía Víçtores lo defenestró. Otra vergüenza fue su visita en New York a un cabaret con meseras olvidadizas (no se habían puesto brassier) y lo negó. Al ser obligado a salir del país, despotricó e insultó a todos los periodistas. Pero esas son otras historias. Fue un mal presidente y sembró muchos de los males de hoy.