NOTA BENE

¿Somos de los buenos?

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Cuando pase el tiempo y miremos para atrás, ¿sabremos si en estos días de crisis fuimos de los buenos? ¿Comprenderemos mejor quién se benefició de tanta zozobra?

En muchos sentidos, seguimos envueltos en una espesa niebla: poseemos piezas de información, desinformación y narrativas ideológicas que hilvanamos para comprender la compleja trama de alianzas y rivalidades, pero aún no podemos armar el rompecabezas completo. Intuimos que algunos políticos protagonistas tienen motivaciones personales y que actores aparentemente periféricos (como los diplomáticos internacionales) jugaron un papel relevante. En las redes sociales dominan las calumnias (falsas y verdaderas) y la agresión verbal. La jerga legal es casi impenetrable: ¿quién actúa en ley y quién la viola?

Tras la crisis, viene el despertar. Nadie querrá reconocer que fue manipulado por discursos políticos románticos, o instrumentalizado por la mentalidad de las masas. Algunos violentaron deliberadamente la vida y la libertad de otras personas, inclusive las de vecinos, a quienes arrastraron a la fuerza a manifestar. Quizás no hubieran actuado así si hubieran sintonizado más a sus conciencias individuales que a las enardecidas consignas de esa temible turba. Algunos rememorarán arrepentidos que extorsionaron, lanzaron piedras y echaron a perder cosechas de inocentes, e intentarán superar el efecto de arrastre. Y, reflexionarán, ¿hice todo esto en nombre de qué intereses?

' Análisis después de la crisis.

Carroll Rios de Rodríguez

Nadie quiere despertar de una idealización de la política. Es tentador culpar a Fulano de todos los males sociales, o elevar a Sutano al rango de superhéroe. Pensamos que existe la única solución personificada: entronar a uno, derivar a otro. El realismo nos invita a ver a los gobernantes de turno, no como ángeles ni diablos, sino como personas falibles con intereses personales. No fue perfecto ni uno de los diez presidentes que hemos elegido desde 1985, ni los dos designados por el Congreso (Ramiro de León y Alejandro Maldonado). La política es compleja y frecuentemente decepcionante. Lo mejor que podemos hacer, intuyó David Hume, es diseñar las reglas del juego anticipando que los votantes elegirán a “bellacos”, no a ángeles. Solamente así podremos evitar arbitrariedades y abusos del poder en detrimento de las garantías constitucionales a nuestra vida, libertad y propiedad.

Además, es realista estar alerta para detectar las discrepancias entre los bellos discursos políticos y los actos de quienes los pronuncian. En vísperas de la II Guerra Mundial, el novelista inglés Aldous Huxley resaltó la propensión de los seres humanos al autoengaño en su ensayo Palabras y comportamiento (1936). Huxley ya había publicado su obra de ciencia ficción más famosa, Un mundo feliz, la cual presenta una sociedad distópica, cuyo único gobierno mundial manipula a los gobernados para mantener la estabilidad social. Huxley prevé la posibilidad de que la humanidad llegue a “amar su opresión”, en parte por las tecnologías que limitan su capacidad de pensar por sí misma. El ensayo aplica estas ideas sobre el control de los gobernados al análisis de la guerra moderna. “El hecho más alarmante sobre la guerra”, escribió Huxley, “es que sus víctimas y sus instrumentos son seres humanos individuales, y que estos seres individuales son condenados por las monstruosas convenciones de la política a asesinar o ser asesinados en disputas que no son suyas”.

Una ciudadanía despierta y realista emplea medios lícitos en su lucha por proteger las instituciones republicanas y las bases de la democracia liberal. Pensemos por nosotros mismos y depongamos las pasiones irracionales. Intentemos escudriñar la verdad que emerge paulatinamente.

ESCRITO POR:

Carroll Ríos de Rodríguez

Miembro del Consejo Directivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES). Presidente del Instituto Fe y Libertad (IFYL). Catedrática de la Universidad Francisco Marroquín (UFM).