CATALEJO

Tecnología actual y crímenes de guerra

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Toda confrontación bélica entre países es intrínsecamente mala, pero tiene leyes. Aunque la muerte de seres humanos es la consecuencia más terrible en términos éticos y morales, es regulada por normas jurídicas aceptadas por los países cuando no se están enfrentando entre sí. La ruptura de estas da lugar a los crímenes de guerra, castigados muchas veces con la pena de muerte o con otras sentencias menos severas pero igualmente duras. Los conceptos de tales ilegalidades surgen cerca de la Primera Guerra Mundial, cuando la tecnología de entonces permitió la producción del gas mostaza, causante de destrucción pulmonar luego de sufrimiento terrible. Los juicios a criminales de guerra se iniciaron al final de la Segunda Guerra Mundial y ese concepto ha subsistido, lo cual, por supuesto, no significa haberse cumplido. Pero ahí está.

La tecnología y sus avances tienen relación directa en el antiquísimo “arte” humano de matar, hecho comprobado, por ejemplo, con la sustitución de la flecha con el cañón y los avances en su potencia. Los aviones, apenas diez años después del primer vuelo humano, ya eran usados para matar y bombardear. Los ataques indiscriminados a ciudades indefensas son otro ejemplo de crímenes de guerra. Vietnam, con el empleo del napalm por Estados Unidos, es otro caso, pero por supuesto no son los únicos. Los menciono con propósito ilustrativo. La forma en que han actuado las fuerzas rusas contra los civiles desarmados es una indudable fuente de crímenes de guerra. Obviamente, las acusaciones de crímenes requieren al menos de testimonios de víctimas. Y los hay.

La tecnología actual también ha tenido resultados inesperados, únicos, porque por un lado facilita la destrucción de las fuerzas militares en combate y con ello la muerte tanto de los militares participantes como de los civiles inocentes, pero por otro permite ver la realidad de las acciones realizadas por los adversarios. Esto hace disminuir, aunque no eliminar, un viejo descubrimiento: en toda guerra, la primera baja es la verdad. Los videos y fotos de cadáveres mutilados de civiles asesinados en las calles y su divulgación inmediata por todo el mundo tiene varios efectos: despertar la indignación, derrumbar la idea de estar en el lado correcto, sobre todo en el frente interno pero también en el externo, indispensable en este mundo interconectado.

' Los crímenes de guerra son ahora más fáciles de descubrir y casi imposibles de negar, porque la tecnología de hoy lo permite.

Mario Antonio Sandoval

Abre también dudas sobre la validez de teorías militares, como la efectividad del helicóptero y la masiva fuerza del tanque. Un misil pequeño, transportado por un soldado en sus hombros, es suficiente para acabar con tales armas, aunque cada vez sean más peligrosas. La nueva arma son los drones, muy recientes, cada vez más letales. No necesitan piloto, pueden hundir un barco de guerra aunque sea de los más recientes, y son los responsables de muchas de las copiosas bajas entre las fuerzas invasoras rusas. Pero además contribuyen a calificar correctamente de crímenes de guerra a todas aquellas barbaridades cometidas por soldados, de hecho autorizadas por altos mandos. Esta fue la base de juzgar a los nazis en los juicios de Nuremberg, hace ya 75 años.

Estas nuevas condiciones debilitan el concepto de neutralidad en las guerras. El silencio, la abstención, e incluso la crítica suave implican complicidad, y por eso son condenables las posiciones de China, Argentina y México al autodefinirse como democracias, y no así el apoyo de Cuba, Nicaragua y Venezuela, esta última en un proceso de pragmatismo al recibir de Estados Unidos un inesperado salvavidas con la posibilidad de venderle petróleo. La ONU no puede justificar el derecho de veto de algunos países, y en cuanto a los crímenes de guerra, las denuncias de violaciones de niñas de tres años causan una nueva clase de indignación, aunque las mujeres a lo largo de la historia han sido botín de guerra, el peor de todos. Pedir pruebas es un absurdo chocante.

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