LA BUENA NOTICIA

¡Ven, Espíritu Santo, renueva la faz de Guatemala!

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El evangelio de la Solemnidad de Pentecostés (Juan 19, 20-23), refleja una situación de crisis profunda en la vida de los discípulos de Jesús y de aquellas comunidades que quedaron aterradas por la ejecución de su Maestro. Tal situación es superada favorablemente al comunicarles Su Espíritu, que los llena de paz y alegría, de coraje y futuro. Sin embargo, antes de su experiencia de Pentecostés, vivían refugiados en una casa, a puertas cerradas, presas del terror. Experimentan un vacío y una ansiedad asfixiantes.

' Dejemos que el Espíritu emerja en nuestra existencia, rejuvenezca nuestra vida y transforme la faz de nuestra tierra.

Víctor Manuel Ruano

Jesús les hace falta. Ya no escuchan sus palabras llenas de fuego, llamando a una transformación radical de sus vidas y de aquella sociedad. Ya no lo ven abrazando y bendiciendo con ternura a los empobrecidos y descartados, para liberarlos del miedo, del abandono y la opresión en que vivían. Ya no tienen a quien seguir ni en quien confiar. Han quedado solos y a merced de los caprichos y ambiciones de aquellas élites soberbias y violentas. Ya no está él para que fortalezca su ánimo y dé consuelo a sus vidas lastimadas por la violencia y la injusticia.

Están derrotados y sin alientos, por eso, ya nadie piensa en salir por los caminos a anunciar el reino de Dios, curar la vida y sembrar de esperanza los corazones. Sin Jesús, no pueden contagiar la Buena Noticia a los pobres, luchar por la libertad de los cautivos y trabajar por un tiempo nuevo pleno de gracia y salvación para todos.

La sociedad guatemalteca en estos tiempos de autoritarismo y de dictadura afronta una situación parecida. Desde sus esferas más alta de su dinámica política y económica ha caído en manos de redes de corrupción e impunidad, que secuestraron las instituciones, que en su diseño original podrían garantizar un desarrollo humano e integral, una paz duradera y una justicia pronta y cumplida.

Y ahora con el agravante de estar viviendo un fraude electoral, que no se realizará en el día de las elecciones, sino se ha venido maquinando por el pacto de corruptos, desde que las fuerzas más nefastas se aliaron para expulsar a la Cicig, y ahora, se han dedicado a criminalizar y perseguir a periodistas independientes, a jueces y fiscales que destacaron por su lucha contra la corrupción y la impunidad y a lideres sociales que luchan por la defensa de sus territorios y el cuidado de la casa común.

No permitamos que el miedo se nos meta en la sangre. Tenemos la fuerza y el dinamismo del Espíritu de Jesús, para renovar nuestra tierra. Su Espíritu es “luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo, descanso de nuestro esfuerzo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos”.

Dejemos que este Espíritu ya presente en nosotros emerja en nuestra existencia cotidiana, rejuvenezca nuestra conducta y transforme la faz de nuestra tierra. Estamos llamados a ser ciudadano del Reino de Dios, que es Reino de justicia y verdad, de paz y amor, por eso tenemos que discernir a la luz de estos valores para elegir a quienes dirigirán los destinos del país los próximos 4 años.

Hagamos oración invocando al Santo Espíritu, pero también colaboremos para que el proceso electoral, a pesar de estar tan manoseado, se desarrolle en un ambiente de respeto, de fraternidad y de fiesta cívica, que abra las puertas a la democracia, hoy secuestrada por redes criminales que se incrustaron en más de 25 organizaciones políticas. El poder no está en ellos sino en los ciudadanos que lo delegan por medio de un voto consciente e informado, para contar con autoridades que construyan el bien común, trabajen por la paz total y el desarrollo humano e integral.

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