HAGAMOS LA DIFERENCIA

¿Y ahora qué?

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Tal como lo previeron las encuestas, Bernardo Arévalo fue elegido Presidente. El hartazgo del guatemalteco como uno de los factores fundamentales logró que, un partido que no aparecía en las encuestas entre los punteros, llegará a colarse para el balotaje y ganará las elecciones. A Sandra Torres no le alcanzaron ni la exagerada publicidad, ni las múltiples alianzas que realizó, incluso con grupos con los que había sido antagónica: patrulleros civiles, sectores evangélicos, gobierno actual, etc. ni los absurdos ofrecimientos tales como la creación de más ministerios, dádivas a la población, para asaltar el poder en el tercer intento, ahora en una coyuntura más favorable para ella en donde sectores  otrora críticos a sus posturas, como buena parte del sector privado, del ejército, del gobierno actual le dieron un irrestricto apoyo temerosos de la posibilidad de un gobierno de izquierda de ideología socialdemócrata, ecologista y progresista. Observamos una campaña electoral inédita, en donde la judicialización del proceso abanderada por el Ministerio Público fue una de las protagonistas, y de la que se teme pueda incidir para evitar la toma de posesión del nuevo presidente o de llevarlo muy debilitado al 14 de enero. Los ofrecimientos de ambos candidatos exacerbaron las posibilidades de cumplirse, sobre todo del lado de Sandra Torres, pero tampoco hay que perder de vista que muchos de los ofrecimientos del ahora presidente electo son de momento imposibles de cumplir, pues el sistema de poder está diseñado para no ceder fácilmente espacios. En el proceso, diferentes sectores salieron desgastados, en especial el evangélico, pues Sandra fue habilidosa al escoger un líder cristiano como vice presidenciable, al que no he tratado, pero que considero que deja mucho que desear después de sus equivocadas intervenciones en discursos y entrevistas. Lo que si fue claro es que los cristianos evangélicos hicieron caso omiso a sus disque líderes conocidos como los “mercaderes de la fe” quienes denigran el evangelio, pues su respaldo fue para la propuesta de Semilla.

' Voluntad política para sentar las bases para el desarrollo es lo que se espera del presidente electo.

Samuel Reyes Gómez

 

¿Y ahora qué? Como le digo a mis estudiantes lo que sucede el día después que reciben su título y del acto de graduación, al despertarse. La pregunta que se hacen es ¿Y ahora qué hago? Ya tengo el título y ya no debo asistir a la Universidad, y mis papás esperan que sea productivo. ¿Y ahora qué? Esta es la pregunta que imagino que se hacen los presidentes después de ser elegidos. El presidente electo debe tener claro que en el período que le toca gobernar es poco lo que puede hacer, pero es importante sentar las bases para el cambio. El desgaste principia al siguiente día de la elección, en función de lo que no pueda cumplir y de las decisiones que tomará. En su primer discurso Bernardo dijo que acepta con humildad la victoria que le dio el pueblo de Guatemala. Enfatizó que basta ya de tanta corrupción.  El presidente ofreció no marginar a los seguidores de la UNE, ni a los que no pudieron votar. El discurso es conciliador y eso es bueno, el no comprometer sus palabras ahora que ya está electo.

La población espera cambios, quizá más allá de lo que pueda cumplirse, por lo que el presidente electo debe ser cauteloso en las decisiones que tome. Lo que es cierto es que tenemos un país con “Gran Potencial” con macroeconomía estable, población resiliente, trabajadora, un territorio con abundante riqueza natural y cultural,  en medio de avances tecnológicos a nivel mundial  sin precedentes que permiten cambios inmediatos. Lo que se necesita es voluntad política, al abandonar acciones populistas y privilegiar acciones con visión a largo plazo que sienten las bases del desarrollo. Orientar los esfuerzos a fortalecer la educación, la seguridad y el combate a la corrupción. Es importante que, los ocupantes de los puestos estratégicos se elijan por oposición, buscando llevar a los mismos, personas capaces, íntegras y con respaldo de sus sectores de incidencia. El presidente debe encargarse de las acciones estratégicas y permitir a su vicepresidente la parte operativa. Considero que con cierta regularidad debieran escuchar a un consejo de notables que no estén interesados en ser burócratas, sino que orientadores del quehacer nacional.

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