CATALEJO
Comienza nueva etapa con EE. UU.
La entrega de sus cartas credenciales como embajador local de Estados Unidos, convierte al ciudadano y diplomático estadounidense Luis Arreaga en un embajador cuyas características personales lo hacen, posiblemente, un caso único en la historia latinoamericana: haber nacido en el país donde ahora representará a su patria por elección, a la cual ha servido con toda lealtad en Islandia, con el mismo cargo. Al tratarse de un diplomático profesional, a mi criterio debe tener claras algunas de las más notorias dificultades por las cuales atraviesa Guatemala y sobre todo cómo estas pueden afectar de una manera profunda la manera de ejercer una serie de tareas cuya importancia es innegable y en muchos casos, muy urgente.
El tema de mayor interés en Guatemala, y alrededor del cual girarán muchas de las interrogantes del trabajo del embajador Arreaga, se centra en cómo será su relación con las actuales autoridades superiores del Ministerio Público y de la Comisión Internacional contra la Corrupción en Guatemala. Ambas tienen, como todo, por lo menos dos lados desde los cuales se puede analizar la tarea de Thelma Aldana y de Iván Velásquez, respectivamente. Se les puede criticar, como se hizo con el exembajador Todd Robinson, por algunas de sus decisiones, pero no se puede negar la importancia de su tarea de luchar contra la corrupción, de proporciones enormes en este país, y al mismo tiempo uno de los pilares de la política estadounidense en el continente.
La celeridad de las primeras acciones del nuevo embajador estadounidense, al haber llegado el martes y estar presentando hoy las cartas credenciales, demuestra el interés despertado en Estados Unidos respecto a Guatemala. A mi juicio, se quedarán sentados esperando quienes han soñado con un cambio de la política estadounidense en la lucha contra la corrupción. Se mantendrá, aunque tenga un estilo menos espectacular. Nunca como antes es necesario para este país actuar con cautela y sobre todo con astucia serena: las declaraciones oficiales a los medios informativos necesitan de la aplicación de experiencia diplomática, ahora ausente de la cancillería, pero además, con escasa influencia en los centros de veteranos militares con poder real.
El embajador Arreaga descubrirá pronto la realidad del país: ausencia, en la práctica, del Congreso de la República; inexistencia de partidos políticos reales, porque los así llamados son solamente una caricatura y su integración es de oportunistas carentes de ideología y causantes de vergüenza ajena, además de partícipes en su mayoría abrumadora, del saqueo del Estado; demasiados de los “tanques de pensamiento” por infortunio se han vuelto nada más fomentadores de ideas, si no ya desfasadas en cualquier campo del espectro, al menos presentadas con simplismo en realidad apabullante. En esa pradera, los medios informativos y los analistas independientes se constituyen en prácticamente el único lugar donde hay una confrontación de ideas.
Esta pequeña síntesis no pretende convertirse en fuente de consejos, sino solo hacer, desde la perspectiva de un guatemalteco, algunos señalamientos de la realidad nacional, donde todos los temas son conflictivos: étnicos, religiosos, etarios, de nivel educativo, pero sobre todo el interés por el presente y el futuro del país dentro del mayoritario segmento poblacional de quienes tienen menos de 40 años, ahora hastiados de la realidad actual y de sus causas históricas, geopolíticas y demás. Finalmente, comprender el papel estadounidense en esta realidad viendo hacia el futuro pero también hacia el pasado. Y darse cuenta de la crucial importancia de sus primeras acciones, porque lo principal es saber lo antes posible si constituirán un parteaguas o no.