Compartiendo la Navidad
Solo la magia de la Navidad nos hace prepararnos para el 2011 con sus retos, sus oportunidades y sus peligros. Somos un pueblo histórico cuyas raíces de bondad no radican en los hombres y mujeres, sino en el lenguaje de la época. La Navidad hace bondadoso hasta al más cruel de los malvados.
La gente a la que quiero y que me quiere espera la Navidad. Aunque el terror y la maledicencia separaron a padres de sus hijos en el 2010, a esposos de sus esposas, a hijos de sus padres, creo que hay una razón para sentir la alegría que la Natividad proporciona.
Traigo a mi memoria a aquella familia y amigos que queremos, que en esta Navidad ya no nos acompañan corporalmente porque se nos adelantaron en el inevitable viaje hacia el interior de Dios.
Nunca había sentido con tanta intensidad el espíritu de la Navidad. Todo el haz de violencia y vehemencia que los infortunios acarrean han desaparecido a la sazón mágica del espíritu de la Nochebuena. Esa energía solo puede considerarse como amor a la vida.
Hoy quiero compartir con ustedes ese sentimiento que hace que la Navidad de 2010 luzca más intensa, con más fuerza, con más vigor. No sé cuánto tiempo les depare Dios en esta tierra a cada uno de mis paisanos, pero vivan la vida intensamente como si fueran a vivir más años que Matusalén. Sean fuertes y optimistas para ser artífices de su propia grandeza. Quiero que el 2011 sea un año positivo para chapines con coraje y decisión.
No debe haber debilidad o egoísmo cuando pretendamos cargar nuestras penas en nuestros hombros y nuestras espaldas. Al contrario, cada vez sé que si están mal las cosas pueden empeorarse si nuestro optimismo y sinceridad no son suficientemente fuertes. Creo que debemos mantenernos lejos de los extremos cuando sintamos miedo; ni confianza absoluta ni aprehensión desmedida.
Hoy ansío esos momentos de la Navidad chapina. El momento de desenvolver el tamal en medio de las hojas de pacaya, el pie de gallo, los hilos de manzanilla y el olor al ponche.
Esas sencillas cosas pueden ser de gran valor si las mismas nos acercan a los demás para compartir el mensaje de Navidad.
Creo que el fervor navideño es una constancia de largo plazo que comienza con el inicio de cada nuevo año. La constancia proviene del corazón, y eso es lo que nos hace vivir más.
En cada momento busquemos la manera de hacer el bien, de enfrentar con veracidad la acción maligna del que está más interesado en dañar que en construir. Creo que los daños en la vida son reparables si nuestro corazón y entusiasmo sigue vivo.
Quiero, sinceramente, en estas pascuas de Navidad, que cada chapín esté cerca, aunque no sea corporalmente, de los que ama y le importan. Feliz Navidad.