LIBERAL SIN NEO

Competencia y monopolio

En las próximas semanas, el Congreso se dispone a retomar la Ley de Competencia. Desafortunadamente, el proyecto de ley que se conoce se fundamenta en premisas erróneas sobre el significado de competencia y monopolio, y obedece más bien a presiones políticas por parte de la Unión Europea. Esta ley está diseñada para proteger a la Unión Europea, no para beneficio de la economía de Guatemala. De aprobarse en su estado actual, esta ley hará poco para promover la competencia en Guatemala y, por el contrario, tenderá a reprimirla, con el daño agregado de crear una nueva capa burocrática que impondrá costos y obstaculizará la producción, en detrimento de empresas y consumidores. No es para el “bien público” como proponen muchos analistas, ni es necesaria, porque el país es “el único que no tiene”.

La interpretación coloquial del significado de competencia y monopolio es bastante sencilla. Se considera que hay competencia cuando existen muchas empresas que producen o proveen un bien o servicio, y el monopolio se entiende como esa situación de mercado en la que hay un solo productor o proveedor. El significado de “muchas empresas” no obedece a un número, sino a una cantidad tal que la acción de una de ellas no es capaz de afectar el precio de mercado. Este concepto es erróneo e irreal. En el caso del monopolio, al existir solo una empresa en el mercado, esto supondría su capacidad para afectar la cantidad ofrecida y, en tal virtud, el precio. Completan este esquema el concepto de duopolio, donde solo habría dos empresas, y oligopolio, donde hay más de dos, pero pocas, de manera que pueden afectar o “controlar” el mercado. Una variante del oligopolio es el cartel, situación en la que las pocas empresas se ponen de acuerdo para controlar la cantidad ofrecida y el precio en el mercado. Aquí hay una dualidad calificativa, donde se considera que la competencia es “buena” porque conduce a mayor oferta y precios más bajos, mientras que el monopolio sería “malo” por resultar en menor oferta y precios más altos.

Una forma más sencilla y real de entender estos conceptos es definir la competencia como una situación en la que hay libre entrada y salida al mercado. Nada más. El mercado no es un lugar, sino un proceso de coordinación social, que se caracteriza por el continuo cambio. Si hay libertad de entrada y salida, es decir, no hay obstáculos de intervención estatal, el monopolio pronto verá erosionada su posición por competidores, sustitutos y la innovación disruptiva. Salvo pocas excepciones que caracterizan ciertas industrias, el monopolio natural no perdura.

La Ley de Competencia crea una Superintendencia de Competencia, que supuestamente tendría la capacidad de medir e interpretar la existencia de competencia o la falta de ella en industrias determinadas y tomar acciones punitivas, si fuera el caso. La realidad es que son precisamente acciones de gobierno, regulación, reglamentación, permisos, prohibiciones, impuestos selectivos y demás las que distorsionan los mercados y otorgan poderes monopólicos. ¿A cuenta de qué el Gobierno tomaría acciones punitivas contra empresas que obtienen una posición prominente en una industria, merced de su eficiencia y capacidad para satisfacer al consumidor, si consigue esto dentro de las reglas y sin privilegios? Si es que fuera a crearse una Superintendencia de Competencia, su única misión y labor sería eliminar los obstáculos, prohibiciones, leyes que impiden la libre entrada y salida de empresas al mercado, y la colusión. La competencia se promueve eliminando obstáculos, no imponiendo multas.

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