MIRADOR

Con el Taquero haz tacos

Si un servicio de inteligencia, o un conspirador eficiente y profesional, tuvieran que haber elegido a alguien para asesinar a Byron Lima, hubiese sido, sin duda alguna, a el Taquero. Un personaje condenado a más de 800 años de prisión es el protagonista perfecto para no importa que escena de riesgo. No tiene nada que perder, cualquier cosa le puede servir para mejorar las condiciones de vida que le esperan en la cárcel hasta su muerte y no importa qué culpa o acción se le endilgue, ya que será avalada por una sociedad que rechaza contundentemente a esos personajes.

El Taquero, por su parte, sabía que con Lima en prisión tendría siempre un competidor, un contrincante. Alguien con quien convivir en condiciones de desigualdad, lo que no le permitiría la libertad de acción a que aspiraba para acomodar su triste futuro de ocho siglos de condena. De esa cuenta, cualquier oferta para hacerlo desaparecer sería bienvenida porque se podían matar —nunca mejor dicho— dos pájaros de un tiro: anular la competencia y quedar bien con quienes ordenaban el “servicio”.

Si se acepta que los señalados fueron capaces de introducir las armas y los explosivos sin ayuda externa y que se pudo asesinar a Lima y a 10 de sus guardaespaldas —con solo dos bajas del contrario—, amén de desaparecer las armas, cambiar los cadáveres e ignorar cuatro informes de inteligencia que avisaban de ello, resulta que deberían disolver la unidad de investigación policial y contratar a esos delincuentes que fueron capaces de burlar el sistema por meses y actuar con una precisión difícilmente igualable.

El caso Lima terminará, seguramente, en igual nivel en el que se dio por finalizado el de monseñor Gerardi. Es decir, con la detención de los “autores materiales” del crimen, pero no los intelectuales, y será percibido —lo es ya— con la desconfianza de la solución que dieron al caso Rosenberg o con la imperceptible crítica a la nula investigación en el caso Musa. ¡Cosas veredes —repetidas—, amigo Sancho!

Lima era odiado por muchos. La administración del PP dejó claro quiénes eran y qué perseguían. Conocía información detallada de tumbes de droga, asesinatos de narcos y apoyo al crimen organizado por parte de políticos y “amigos” de antaño. Tenía enemigos por doquier y una estrategia externa de buscar como amigo al enemigo de mi enemigo —el Taquero—, no debe descartarse de la investigación. Parece ser que el Taquero y sus “tigres” fueron quienes asesinaron a Lima, pero de apretar el gatillo contra un personaje muy protegido —y condenarse a muerte desde ese instante por los seguidores de Lima— a planificar una operación de eliminación de alguien que sabía demasiado, controlaba prisiones y podía hacer imposible la vida a muchos que hoy están dentro, hay un abismo a cuyo fondo parece que no llegará nunca la justicia. Es posible que los capturados por el asesinato de Byron Lima y otras personas no sean más que autores intermedios. Por el grado de perfección y consecuente planificación con que se ejecutó, pareciera ser que hay autores intelectuales de mucho mayor nivel y sofisticación.

Pero, si se “superó” el caso Gerardi, este no lo será menos. Ya cuenta con investigación aclaratoria, culpable, modus operandi y causas. Se detalla cómo se asesinó a Lima pero no queda claro quién lo hizo, y el Taquero no ha heredado el poder que supuestamente lograría. ¿Entonces para qué lo hizo?

Fin del acto. ¡A otra cosa, mariposa!

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