REGISTRO AKÁSICO

Conspiración en la Santa Sede

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Algunos casos de pedofilia son un negocio, no todos. El supuesto ofendido hace la denuncia, el supuesto ofensor, acepta culpa; y luego, las responsabilidades civiles son cargadas a las diócesis. Obviamente, hay casos reales, parece que son los más. Suponen un abuso ignominioso. Consisten en afrentas dolosas, a la confianza de los creyentes que mantienen con sus óbolos a esos malos religiosos. Muchos de esos ministros se consideran señores feudales con poder suficiente para cometer cualquier deshonra hacia sus siervos.

Ilustrativo es el caso del Cardenal Theodore Edgar McCarrick, señalado de pedofilia y excesos sexuales. Durante su desempeño pastoral gozó de honores y nombramientos. En el siglo pasado fue diplomático vaticano, apoyó el proceso de disgregación del bloque socialista. Opositor a la maquila bajo pretexto de malas condiciones laborales. Fue denunciado por comportamiento homosexual agresivo que obligó al pagó de más de US$253 mil a religiosos demandantes. Durante todo el pontificado de Juan Pablo II había sido repetidamente señalado, sin haberse tomado acción para detenerlo, pese a la apertura de procesos penales. El 28 de julio del 2018 fue separado del Colegio de Cardenales, reunido bajo convocatoria del Papa Francisco que asumió en el 2013, demostrando que no tolerará abusos.

Sin embargo, intrigas y ataques públicos se lanzan contra el Papa por parte del obispo Carlo María Viganó. Se trata de otro religioso nombrado por Juan Pablo II para diferentes misiones diplomáticas, así como para manejos bancarios. Se enzarzó en disputas financieras y filtró documentos de malos manejos. Para evitar el crecimiento del escándalo y más pleitos, fue nombrado por Benedicto XVI, nuncio en EE. UU. Cuando el Papa Francisco visitó ese país en el 2015 fraguó enemistarlo con la influyente comunidad LGBTI. Ahora, sin base ni pruebas, acusa al Papa de encubrir abusos sexuales.

En ese empeño se le ha sumado el obispo Athanasius Schneider. En la antigua URSS hizo una oposición al régimen, a través de la promoción religiosa. Eso valió para ser nombrado obispo por el Papa Juan Pablo II. Actualmente, encabeza una oposición a cualquier modificación ritual. Su militancia para condenar a los divorciados es relevante, así como oponerse a los textos derivados del Concilio Vaticano II y relacionarse con la Sociedad de San Pío X, conocida secta tradicionalista católica. Sus ataques contra los migrantes en Europa están cargados de odio por considerarlos un ataque a la cristiandad y el europeísmo. Igualmente se pronuncia negativamente por la regulación legal del aborto y cualquier consideración de derechos civiles a la comunidad LGBTI.

El Cardenal Raymond Burke de San Luis Mo., EE. UU., es el animador de la oposición al Vaticano. De manera oportunista, aprovechó un entredicho en la Orden de Malta por el reparto de condones con llamados a desobedecer al Papa. Olvidó su condena al preservativo, para levantar intrigas. Los caballeros de esa hospitalaria, soberana y militar orden, no lo siguieron, en prueba de nobleza y honor a su juramento.

No se busca abrir heridas, sino alertar sobre el trasfondo de temas expensados por oenegeros partidarios de estos personajes. Las marchas, manifestaciones y conferencias reciben generosas dádivas.

Ninguna comprensión para la condición homosexual, odio a los divorciados y condena a las mujeres desesperadas que acuden al aborto. Son los fariseos de la postmodernidad, henchidos de dinero, con sus ropajes blancos esconden una hipocresía ilimitada. Ojalá el Papa no se encuentre solo, ante estos lobos desalmados.

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