VENTANA
Cuidemos el aire: es vida
“Se puede vivir dos meses sin comida y dos semanas sin agua, pero solo se puede vivir unos minutos sin aire”, dice el maestro Hung Yi-hsiang. Respirar es indispensable para vivir. En Oriente se le considera una ciencia y se práctica como un arte. En la China se dice qigong. En la India, el pranayama. Para los taoístas el aire que respiramos nutre. Así como los alimentos que ingerimos afectan el equilibrio bioquímico del cuerpo, la respiración afecta su equilibrio bioeléctrico. Respirar es más importante que la bebida o la comida. Es vital para la salud y la longevidad. Los médicos han comprobado que la calidad de vida de las personas que frecuentan un bosque o un parque se traduce en bienestar físico, mental y espiritual. Es muy probable que no conozcamos que existen dos tipos de respiración: una es la que limpia y la otra es la que energetiza. Cuando exhalamos desintoxicamos el cuerpo. Cuando inhalamos lo energetizamos. En Occidente es común que no nos preocupemos de cómo respiramos porque es una función espontánea del cuerpo. Por ejemplo, un suspiro es una respiración limpiadora porque inhalamos rápidamente y exhalamos de manera prolongada. En cambio, un bostezo, que también forma parte del sistema de respiración espontánea, energetiza porque la inspiración es larga y profunda y la sostenemos un segundo en los pulmones y la exhalación es corta.
¿Por qué este tema de la respiración? La tragedia en Guatemala es que nuestros bosques han desaparecido y los parques también. Cuando respiramos en un bosque inhalamos unas sustancias volátiles llamadas fitoncidas que producen las plantas y los árboles. Estas sustancias fortalecen nuestro sistema inmunitario. Incrementan los niveles de proteínas anticáncer intracelular. Reducen la presión sanguínea, la ansiedad, el estrés. La sensación de bienestar dura todo el día. Además, es una actividad gratuita; cualquier persona puede practicarla. En 1950, el territorio guatemalteco tenía una cobertura forestal del 65 por ciento. Para el 2013 quedaba la mitad de ese 65 por ciento. De ese 30 por ciento, un 20 forma parte de la Biosfera Maya. Total, que nos queda un 10 por ciento de área boscosa. En países desarrollados como Japón, donde el valor de la tierra es cuatro veces más alto que el chapín, se conserva un 67 por ciento de su suelo cubierto por bosques, porque son fuente de vida para el planeta y el ser humano. Los bosques mitigan los gases de efecto invernadero (GEI), fijan y absorben el dióxido de carbono (CO2), uno de los principales causantes de GEI. Son el hogar para el 80 por ciento de ?la biodiversidad del planeta. Protegen las cuencas hidrográficas que nos brindan agua limpia. Nuestros cuerpos tienen una innata afinidad con la naturaleza porque devenimos de este ambiente originario.
Antes de que llegaran los vientos de octubre, que limpian el valle de la ciudad capital en estos meses de fin de año, se apreciaba una nube densa de contaminación sobre la ciudad. Esa nube gris contiene partículas de polvo y de gases contaminantes emitidos por los vehículos y las fábricas. Guatemala es la tercera ciudad en la región de América Latina con el aire más contaminado. El límite es de 10 microgramos por metro cúbico por año. En Lima, Perú, se encuentra en 51 microgramos; La Paz, Bolivia, con 44 microgramos, y ¡Guatemala con 41 microgramos! De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación del aire es el “nuevo tabaco”, que afecta a la niñez más que a los adultos porque ellos respiran más rápido. Impacta en su desarrollo neurológico. El aire contaminado es un asesino invisible. Causa cáncer del pulmón, enfermedades respiratorias, derrame cerebral y cardiopatía. “¿Qué medidas tomaremos para evitar más contaminación en la ciudad el próximo año?”, preguntó el Clarinero
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