MIRADOR

¡Desde EE. UU. con amor!

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Hoy se decidirá quien ocupará la presidencia en EE. UU. por los próximo cuatro años. De las campañas que recuerdo, latinoamericanas incluidas, esta que sostienen doña Hillary y don Donald me parece no solamente la menos propositiva y con debate de altura, sino la más chabacana y despiadada. Pareciera ser que en lugar de bajar de Norte a Sur la calidad de la política, sube de Sur a Norte la vulgaridad de la misma.

Los tres debates televisados pusieron de manifiesto que el señalamiento mutuo es la constante más utilizada. No se quién ganará, pero perderán los norteamericanos al haber tenido como opciones dos personajes tan particulares. En cualquier caso la perdedora será la señora Clinton. Si después de 30 años preparándose para la política, llega un neófito de la misma y se sitúa a su nivel, resulta que su preparación fue muy pobre o no está a la altura de las expectativas del ciudadano. Por eso de hacer paralelismo, es exactamente lo que ocurrió aquí entre Sandra Torres y Jimmy Morales. Al final ganó el bisoño y descartó a la “preparada” ¡A saber si allí ocurrirá lo mismo!

En estos casos de virtual empate surgen dos cuestiones de interés para reflexión del ciudadano pensativo, que no son todos. Una, es la necesidad de incorporar en la papeletas una nueva opción que diga: No quiero a ninguno, como una forma real de poder elegir y no seleccionar de entre las ofertas que la cúpula de los partidos impone al ciudadano. Si de verdad se quiere elegir, es decir optar entre todas las opciones posibles, hay que, al menos, incluir una que diga: Nadie. Es muy viable que en casos como el norteamericano, e incluso el guatemalteco hace un año, la mayoría o una importante cantidad de ciudadanos hubiese votado por “Ninguno” se hubiese generado un proceso de repetición de elecciones con otros candidatos. El caso español es diferente pero que ha creado un vacío presidencial por casi un año, puede ser un referente a agregar al estudio del modelo que se propone.

Otra cuestión es como manipulan a los grupos que interesada y artificialmente organizan en la sociedad. De esa cuenta, pelean por el “voto latino”, porque es potente, aunque les importa un carajo el pakistaní, kurdo o austriaco, porque es marginal. Es decir, no se hace política para el ciudadano (el individuo) sino para los grupos de poder o de presión. Así, podemos ver como se emplea el ataque/defensa de y hacia las mujeres, el del colectivo de diversidad sexual, el de excombatientes, y otros. La persona pasa a un segundo e invisible plano y la discusión es como meterse en el bolsillo a cubanos, puertorriqueños o mexicano, mujeres desamparadas, minorías significativas o ruidosas y otros grupos similares. La lucha por la Florida es un ejemplo de ello.

A la ecuación hay que agregarle otro ingrediente políticamente incorrecto y que no se toca en los medios por eso del “qué dirán” ¿Está EE. UU. preparada para ser dirigida por una mujer, según la percepción de sus ciudadanos? La cuestión no es una ocurrencia, recordemos que hace ocho años la disputa era entre un Obama más neófito que Trump y una Hillary ya por entonces experimentada. Triunfó, como se sabe el actual presidente, un afrodescendiente atípico y estudiado en Harvard pero preferido a una mujer blanca y “muy preparada” ¿Qué pasó en aquel entonces con la “mujer” conocida, dispuesta y sabedora?, pues quizá lo mismo que puede suceder ahora. Aunque para algunos colectivos de feministas ser mujer ya es una mérito suficiente, pareciera que no siempre es así para los votantes de ciertos países “avanzados” y sea por exclusión, machismo o porque realmente visualizan capacidades y no genero, las cosas cambian a última hora.

Pues a esperar toca, pero seguramente habrá un antes y un después de noviembre 2016, y la discusión en el futuro será hacia donde hacemos marchar la democracia liberal como sistema porque parece que se atoró en algunas cuestiones y las nuevas generaciones —también las viejas— se quejan y desean promover cambios para el futuro.

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