PLUMA INVITADA

Día mundial contra la pena de muerte

Al momento de su muerte, a los 31 años de edad, Andrew Chan era un ministro ordenado que servía como guía espiritual para los prisioneros de la cárcel Kerobokan, en Bali. Myuran Sukumaran, a sus 34 años, se había convertido en un exitoso artista que enseñaba a los prisioneros ingleses, diseño gráfico y computación, para darles habilidades que les fueran útiles cuando salieran de prisión.

La vida y el trabajo de ambos llegó a su fin abruptamente el 29 de abril del 2015, cuando, junto con otros seis hombres, fueron fusilados. Andrew atendió a sus compañeros, encabezando sus cantos religiosos hasta el momento en que fallecieron.

Andrew y Myuran fueron condenados por contrabandear droga. El 17 de abril del 2005, junto con otros siete jóvenes australianos, fueron arrestados en Bali por intentar transportar nueve kilos de heroína de Tailandia, a través de Bali y hacia Australia. Andrew no tenía en su posesión ninguna droga cuando fue arrestado, pero era el líder del grupo. Myuran era su segundo al mando. Ambos fueron sentenciados a muerte en 2006. A los demás se les dictaron largas sentencias en prisión, sin posibilidad de libertad condicional.

En los años entre su arresto y ejecución, ambos hombres se rehabilitaban. Pasaron de ser arrogantes y despiadados criminales juveniles a ser hombres bondadosos y determinados a expiar los crímenes que cometieron a través de la ayuda espiritual. Ellos tenían la esperanza de que su buen comportamiento llevaría al presidente de Indonesia a conmutar su sentencia de muerte por cadena perpetua. En lugar de eso, el entonces presidente entrante decidió que ejecutaría a todos los prisioneros sentenciados por crímenes de drogas. Andrew y Myuran fueron parte del último grupo en recibir este castigo.

Nunca conocí a Andrew ni a Myuran. Pero como vicejefe de la Misión de Australia en Yakarta durante ese periodo trabajé sin parar junto con muchos otros, incluyendo a varios extraordinarios indonesios para intentar persuadir al presidente de indultar la pena de estos jóvenes. Conocí a sus madres, hermanos y hermanas. Intenté asegurarles que estábamos haciendo todo lo posible para salvar a Andrew y a Myuran. Después de su ejecución intenté ayudar a confortarlas. Por supuesto, no había forma de lograrlo.

El 10 de octubre observamos el Día Mundial Contra la Pena de Muerte. Australia es un firme creyente en que la pena de muerte no tiene cabida en el mundo moderno. Brutaliza a la sociedad, degrada la dignidad humana, es irrevocable y ha habido demasiados casos de personas que han resultado ser inocentes. No hay ninguna evidencia de que sea una mayor disuasión que la cadena perpetua. Además, niega la posibilidad de rehabilitación, exactamente el tipo de comportamiento que Andrew y Myuran demostraron durante sus 10 años en prisión.

Los peores crímenes siempre, y de manera entendible, invocan una respuesta pasional y hacen creer que solo con la ejecución del responsable se puede hacer justicia. Australia reconoce que actualmente varios estados no comparten nuestra posición abolicionista y acabar con la pena capital sería gradual. Sin embargo, Australia se mantiene determinada a promover el argumento con el que la mayoría de los países están de acuerdo. Más de cien naciones han abolido la pena de muerte y la corriente internacional se mantiene a favor de la abolición. Esperamos que estos números sigan creciendo y que pronto sea consignada a la historia.

* Embajador de Australia en México

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: