Diálogo en Caracas
En cambio, los resultados del diálogo-negociación deben ser públicos. Los objetivos mínimos de la oposición en este proceso deberían ser: 1) La liberación de los presos políticos; 2) La restauración de sus derechos de diputada electa a María Corina Machado; 3) El desarme de las bandas armadas oficialistas; 4)La elección de acuerdo con la letra y al espíritu de la Constitución del CNE, el Tribunal Supremo de Justicia y de los integrantes del Poder Ciudadano, en otras palabras, los miembros de estas instituciones deben ser aceptables para las partes.
Muchos en la oposición argumentan que es de ilusos creer que el régimen aceptará conceder estas solicitudes y que por tanto no sólo es inútil negociar, sino que se le da un “respiro” al Gobierno legitimándolo y enfriando la “calle”. Antes que nada, hay que decir que las protestas no violentas por el desastre socioeconómico pueden y deben seguir. Lo fundamental es que si el diálogo terminase en un fracaso, este debe ser claramente atribuido, frente a la comunidad internacional, representada por Unasur y la S. Sede, al rechazo del Gobierno a respetar la Constitución. Así se haría definitivamente evidente la carencia de legitimidad democrática del régimen. El “chavomadurismo” es un sistema político híbrido que la ciencia política contemporánea podría calificar como un autoritarismo plebiscitario o competitivo con vocación totalitaria de estirpe comunista. Pero es un régimen que, en este siglo y en este hemisferio, requiere para mantenerse de un fuerte apoyo popular.
Ese apoyo, que fue mayoritario por unos años, se basó en el carisma del extinto caudillo, en una chequera petrolera muy abultada y sostenida en el tiempo y en la carencia de una alternativa creíble en la oposición. Esas tres variables ya no existen y efectivamente todas las encuestas serias recientes, por primera vez en 12 años, reflejan que los que se definen “chavistas” son menos que los que se proclaman de oposición; además, a diferencia del “comandante supremo y eterno”, una gran mayoría de la población le achaca la grave crisis socioeconómica a Maduro. En conclusión, es evidente que el diálogo le conviene a la oposición democrática que a su vez, para no perder su existencial condición de alternativa creíble, debe necesariamente mantener la indispensable Unidad, por encima de las normales diferencias tácticas y personales. Sin unidad, solo hay suicidio político, exilio, estupidez y fracaso.