EDITORIAL

Auxilio vital

Existen momentos críticos de la existencia humana en los cuales se hace necesario romper el silencio: preguntar, escuchar, comprender, ofrecer y propiciar la ayuda que otra persona posiblemente no se atreve o no sabe cómo buscar. Son ocasiones en las cuales ciertas emociones negativas se tornan vorágine, aparentemente insuperable y en las cuales también hay alguna ocasión fugaz, breve pero vital para que alguien se fije en síntomas inequívocos de depresión, desesperación, tristeza profunda, agobio o ansiedad que puede estar llevando la vida de alguien, literalmente, a un límite inusitado, el cual se puede superar, pero con ayuda.

Esta reflexión surge a propósito del Día Internacional para la Prevención del Suicidio, que se conmemora hoy y que no debería pasar inadvertido, ignorado, porque eso es lo que ocurre, lamentablemente, en tantas historias. El miércoles 30 de agosto último, trascendía la noticia del deceso de la señorita María Nohemí González, recién electa reina departamental de Quiché y quien era enfermera graduada.

Mimí, como la llamaban familiares y amigos, padeció por crueles ataques a través de redes sociales a raíz de su coronación, lo cual le habría llevado a una fatal decisión, según comentarios de seres queridos, que culpan a anónimos detractores. Desgraciadamente, su caso no es el único, pues se han reportado suicidios de estudiantes a causa de bullying en sus centros de estudio.

Según estadísticas del Instituto Nacional de Ciencias Forenses, alrededor de 300 fallecimientos al año se deben a suicidios. Las tipificaciones no siempre son inmediatas, debido a que en muchos casos se investiga la posibilidad de mano criminal, pero ello no resta un ápice de necesidad de crear mayor conciencia colectiva acerca de su impacto. Pese a su incidencia, sigue siendo un tema tabú a causa de prejuicios y temores. Tampoco se trata de caer en morbos o fatalismos extremos, pero sí es necesario crear conciencia sobre los factores de riesgo.

La presión social no es el único detonante de conductas suicidas; también existen cuadros depresivos generados por dificultades económicas, violencia intrafamiliar, abuso sexual, extorsiones y amenazas de delincuentes, lo cual se puede sumar a vulnerabilidades y circunstancias que pueden exacerbar el impulso autodestructivo.

Salvar vidas es una cuestión de tiempo y atención, de empatía y solidaridad. Nadie sabe cuándo puede llegar a necesitar una mano amiga, un oído confidente y una palabra comprensiva, así como el debido auxilio de un profesional de la psicología o la psiquiatría. Estos dos últimos términos definen disciplinas científicas dignas de respeto, pero que pueden llegar a suscitar ideas inadecuadas que impidan la búsqueda de auxilio calificado.

La salud mental es uno de los renglones más descuidados de la atención pública, no solo por estereotipos, sino también por los descuidos burocráticos. Por eso, la actitud básica para combatir este flagelo y salvar vidas comienza con una simple norma de moral natural: trata a otros como quieres que te traten y no hagas a nadie aquello que no quieres para ti ni para un ser amado.

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