EDITORIAL

Civismo renovado

Hay tantos personajes que han transitado por el ejercicio público con la pretensión e incluso la autopromoción de dejar un legado de prócer. Sin embargo, en cada caso personalísimo, solo los resultados hablan de las verdaderas intenciones, intereses y fidelidades declaradas u ocultas de su proceder. En contrapunto de aportes nobles y vergonzosas traiciones, de ejecutorias coherentes o plagadas de conflictos de interés se ha escrito una historia de luces y sombras. Pero todo llega a develarse. Como bien dijo el Salvador: “No hay nada oculto que no llegue a descubrirse y no hay ningún secreto que no llegue a gritarse desde los techos”. Solo el tiempo demuestra los efectos de obras u omisiones, de visiones fundamentadas u obcecados despropósitos.

En el mes patrio se exaltan en actos cívicos y discursos los grandes valores ciudadanos: respeto, solidaridad, esfuerzo, libertad, integridad, perseverancia, trabajo, paz, fortaleza. La lista puede extenderse a más conceptos. Sin embargo, por más definiciones axiológicas que puedan citarse en panegíricos oficiales, las mismas solo se ven verificadas en las actitudes individuales y las acciones concretas de la cotidianidad, ya sea en el hogar, en el trabajo, en el centro de estudios o en el desempeño de un cargo público a todo nivel. Es allí donde los discursos son la mejor criba del talante moral de su emisor.

A las puertas de un nuevo proceso electoral surgen variopintos personajes con diversidad de discursos propagandísticos con los cuales buscan enganchar emociones, idearios y también necesidades concretas. Pero cada vez en mayor medida tales palabras se ven cotejadas contra sus propias acciones previas, sus llamados o silencios, por sus avales, filiaciones o disensos.
Hay quienes hablan de transparencia, pero han avalado intentos de ocultar el gasto público; vociferan soberanía, pero transigen con el apoyo de narcopartidos que socavan la institucionalidad; promocionan agendas en favor de la vida y la moralidad —que es totalmente válido y necesario—, pero actúan en sentido inverso respecto del combate de la desnutrición, la mortalidad materna o la prevención de la violencia. Es allí donde una nueva ciudadanía, evolucionada y propositiva, se hace necesaria para enderezar el rumbo, aportar soluciones e involucrarse en iniciativas transformadoras. En ese sentido son dignas de encomio las personas, empresas e instituciones que toman la estafeta y dan testimonio de valores en acción, que asumen la tarea de rescatar futuros, de brindar ayuda a sectores desfavorecidos y trazar nuevas perspectivas para el desarrollo de mujeres, niños o comunidades mediante el impulso del emprendimiento comunitario, la nutrición infantil, el arte, la educación, el diálogo, el análisis académico y la defensa del estado de Derecho.

Guatemala es una sola en su multiplicidad de culturas, pluralidad de ideas y perspectivas sectoriales. Coexistir en armonía y respeto es hacer patria. Los valores se reivindican al ser y no al tratar de aparentar ser. Cualquier apelación a la polarización, al estereotipo o a la exclusión es un claro signo de peligro porque ya se han comprobado sus nefastos efectos a lo largo de 201 años de historia independiente. Es tiempo de vivir un civismo renovado.

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