EDITORIAL
Fracaso prepotente
En su desesperación, después de más de 500 días sin poder doblegar a la resistencia ucraniana, las tropas de Rusia, por orden de Vladímir Putin, atacan el puerto de Odesa, en la península de Crimea. Dicho enclave sobre el mar Negro aseguraba la salida de trigo desde la invasión emprendida en febrero de 2022. Ucrania es el primer productor mundial de ese cereal, que no solo es clave para mantener la estabilidad de precios en el mercado internacional, sino que constituye el principal proveedor de África, Asia, Medio Oriente y algunos países de América Latina.
Existía un acuerdo humanitario para permitir la continuidad de estas exportaciones, pero el gobierno ruso lo cortó de facto esta semana para presionar un cese de la ayuda de aliados a Ucrania y también como chantaje para aminorar las sanciones económicas impuestas contra su sistema bancario y comercial. La abusiva invasión a Ucrania era una operación que sobre papel no demoraría más que unas semanas. Sin embargo, ya rebasa el año y medio sin visos de éxito.
El orgullo de Putin no contaba con la gallardía del Ejército y pueblo ucranianos, encabezados por su presidente, Volodímir Zelenski. No solo nunca pudieron capturar la capital, Kiev, sino que además han perdido territorios que creían asegurados. Ahora existen disensos en Rusia, sobre todo por la muerte de miles de jóvenes rusos, lo cual pone al gobernante y su capacidad bajo serio predicamento.
A estas alturas del conflicto ya debería haber buscado una salida negociada, como ha solicitado en repetidas ocasiones Ucrania. No obstante, persisten el empecinamiento, la soberbia y también la factura económica para los ciudadanos rusos. El bloqueo a las exportaciones de trigo ucraniano los hace perder apoyo, pues varios países socios comerciales ya manifiestan descontento por el desabasto, debido al riesgo de inseguridad alimentaria que afrontan. La misma China, como un inusitado fiel de la balanza geopolítica, toma distancia de la terquedad putinesca.
El resto del mundo se ve impactado por previsiones de alza en los precios del trigo global, lo cual implica menos apoyo, pues se trata de un producto alimenticio fundamental para millones de personas a través del bendito pan y de múltiples alimentos manufacturados y procesados.
Los llamados globales y de su propio pueblo han sido desoídos por Putin, cuando faltan nueve meses para las elecciones en su país. Además, la economía internacional se ha visto afectada por el encarecimiento de combustibles, fertilizantes, acero y otras materias primas, a causa de la invasión.
En 1905 se produjo en el puerto de Odesa, sí, ese mismo que es atacado actualmente, una masacre de ciudadanos que exigían mejores condiciones de trabajo y rechazaban la prepotencia del régimen zarista, que consideraban indigno, inhumano e inconsecuente. La matanza perpetrada por tropas gubernamentales se convertiría en símbolo de una etapa de barbarie que sentó así las bases de su caducidad. El pueblo ruso afronta un inmerecido desgaste histórico en su imagen; cualquier reivindicación invocada no compensa el daño infligido.