EDITORIAL

La joya de Alux

Más de cinco mil hectáreas abarca la Reserva Forestal Protectora de Manantiales Cordillera Alux, y muy probablemente sus bosques ya no existirían, mucho menos sus nacimientos de agua, de no haberse promulgado por el Congreso el decreto legislativo de área protegida, en 1997. A las puertas del cuarto de siglo de tal declaratoria se acrecienta la presión contra este patrimonio natural, que no solo protege especies animales y vegetales, sino que constituye la reserva de agua para los cinco municipios que abarca: Mixco, San Pedro Sacatepéquez, San Juan Sacatepéquez, San Lucas Sacatepéquez y Santiago Sacatepéquez.

Además, los recursos acuíferos que contiene también proveen de líquido a parte de la ciudad de Guatemala, Villa Nueva y Magdalena Milpas Altas. Son al menos 10 riachuelos permanentes los que sobreviven y producen hasta 21 millones de metros cúbicos de agua, según el Consejo Nacional de Áreas Protegidas, a cargo de su resguardo.

De manera paulatina, casi subrepticia y muy probablemente con la colaboración de autoridades venales, aumenta cada vez más el cerco urbanizador en las proximidades de la reserva e incluso dentro de su área de conservación. Existen recientes denuncias acerca de proyectos de vivienda cuyo estudio de impacto ambiental debería ser revisado, pues más temprano que tarde afectará a poblados circunvecinos, sobre todo en cuanto a la provisión de agua.

Es lógico y comprensible el desarrollo de inversiones inmobiliarias en una región que tiene el atractivo de combinar lo urbano y lo rural; no obstante, la autoridad central debe velar por el bienestar de la mayoría de la población, en tanto que las municipalidades involucradas en la preservación de la zona que les da de beber tienen que ponerse de acuerdo para protegerla.

No es la única zona boscosa que se encuentra bajo presión. Existen otros barrancos y laderas en el área metropolitana que merecen ser utilizados de manera sostenible, ya sea como parques ecológicos o como zonas de recuperación de mantos freáticos. Un nuevo ciclo del fenómeno El Niño está previsto y la sequía es la previsión más preocupante. Es esa cobertura forestal la única y la última esperanza para alimentar manantiales e incluso pozos públicos y privados de las proximidades. Si esos bosques se pierden en unos pocos años, pasarán décadas antes de que puedan regenerarse, si es que ello ocurriera.

La politiquería barata ofrece más agua a las colonias sedientas. La solución obvia es perforar más pozos; otros optan por comprarla en cisternas, aunque a la larga también proviene de pozos. Prácticamente, nadie está hablando de recuperar los bosques, de instalar aceras que permitan al agua de lluvia permear en el suelo, de crear reservorios estratégicos y menos aún de dejar de tirar desagües a las cuencas que otrora eran riachuelos transparentes.

Por eso, el cerro Alux y su protección debería convertirse en el emblema de una nueva actitud de responsabilidad ciudadana, para exigir su preservación a toda costa. Basta ver las laderas áridas de otras montañas en municipios como Chinautla, Chuarrancho y San Pedro Ayampuc para darse cuenta de los efectos de la desprotección. La cordillera de Alux es una joya y nadie debería saquearla.

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