EDITORIAL

Niñas con futuro

Existen muchas convenciones internacionales, declaratorias, proyectos, anuncios de políticas públicas, análisis, estudios de casos y también leyes nacionales en las cuales se afirma, desde hace más de tres décadas, la importancia de cerrar la brecha educativa que padecen las niñas y jóvenes guatemaltecas, no como una concesión, sino como una apuesta decidida por el desarrollo y un mejor porvenir para el país.

Una nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia tuvo lugar ayer, una ocasión propicia para reconocer el aporte de cientos de guatemaltecas que se desempeñan en distintos campos científicos: Medicina, Química, Ingeniería, Informática, Matemática, Física, Biología y tantas otras disciplinas. Con notable frecuencia aportan innovaciones y descubrimientos que deberían inspirar una política pública sostenida en favor de superar la escolaridad de toda la niñez, pero sobre todo de muchas pequeñas que ven truncados sus sueños de aprender a plenitud.

Durante muchas décadas, una de las mayores barreras para que las niñas y adolescentes tengan acceso a una educación completa radica en patrones machistas que relegan el potencial femenino a tareas domésticas o al rol de maternidad.

Poco a poco se han ido revirtiendo tales tendencias, aunque todavía existen regiones donde se sostiene, a menudo de forma velada y otras con total descaro, esa presunta superioridad masculina. Por ejemplo, los abusos sexuales de menores continúan exhibiéndose a través de altas cifras de embarazos de niñas: cerca de 29 mil registrados en menores de 17 años, siete mil de los cuales ocurren en pequeñas de entre 10 y 15 años que ven truncadas así sus oportunidades de desarrollo y a cuya edad no son capaces tampoco de educar o proveer lo necesario a sus hijos.

La pobreza de muchas comunidades, la distancia a los establecimientos escolares y la necesidad de comenzar a trabajar para aportar recursos al hogar figuran también entre las barreras que se interponen entre miles de niñas guatemaltecas y la posibilidad de cultivar su intelecto hasta llegar a convertirse en profesionales universitarias.

Antes de la pandemia se necesitaban, y ahora aún más, programas y estrategias para fomentar la escolarización de las niñas y asegurar su permanencia en las aulas, sobre todo en áreas rurales y con lenguas maternas indígenas. Este tipo de acciones requiere del involucramiento pleno de los padres de familia, autoridades comunitarias y ediles, a fin de erradicar la deserción estudiantil.

El gran objetivo de Estado para dentro de dos décadas debería ser la multiplicación de mujeres guatemaltecas provistas de educación completa hasta diversificado y, por supuesto, incrementar el número de vocaciones universitarias que eleven a su vez las expectativas de vida de sus núcleos familiares. En un mundo altamente competitivo, las niñas y jóvenes guatemaltecas merecen mejores oportunidades de expandir su potencial, muy probablemente en el plano científico, en donde ya muchas connacionales comparten su luz.

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