Patria de perfectas luces
Vale decir que desde la medalla de plata de Érick Barrondo, en Londres 2012, prácticamente no se había conseguido otro motivo tan rotundo de festejo nacional y ocurrió por partida doble.
Le tomamos prestados los versos al nobel de literatura guatemalteco para convertir este mensaje cotidiano, hoy, en una sonrisa grande, en un inmenso abrazo colectivo, en algarabía de coincidente fiesta patronal que fue precedida, esta vez, por un desfile jubiloso, de masiva y fraterna admiración a los atletas que representaron al país en los Juegos Olímpicos de París: la mejor participación histórica gracias a las medallas obtenidas por los tiradores Adriana Ruano —oro— y Jean Pierre Brol —bronce—.
“¡Patria de las perfectas luces, tuya la ingenua, agraria y melodiosa fiesta… Patria de los perfectos días, horas de pájaros, de flores… Patria de los perfectos cielos, dueña, de tardes de oro y noches de luceros…!”, escribió Miguel Ángel Asturias en el inmortal poema A Guatemala, un texto que viene a bien citar, como un canto a los grandes méritos de una nación acrisolados en triunfos de nivel mundial. Es inenarrable la emoción que desata observar tantos rostros felices, admiración sincera de niños y jóvenes que ahora tienen dos nuevos modelos de excelencia a seguir.
Adriana Ruano representa, especialmente, una gran inspiración para las niñas, debido a su gran capacidad de resiliencia. Su aspiración fue, por años, ser gimnasta olímpica, pero una lesión la apartó de ese deporte. No se rindió en su búsqueda de una disciplina en la cual pudiera aplicar todo su potencial y lo encontró en el tiro deportivo. Su acondicionamiento físico riguroso, capacidad de concentración y el objetivo certero, literalmente, de lograr una victoria para Guatemala, la colocaron en lo más alto del podio: toda una hazaña, un auténtico hito.
Vale decir que desde la medalla de plata de Érick Barrondo, en Londres 2012, prácticamente no se había conseguido otro motivo tan rotundo de festejo nacional y ocurrió por partida doble. Todo es posible. Estos grandes logros deportivos refrendan los de grandes campeones nacionales como Doroteo Guamuch y Teodoro Palacios Flores, pero, sobre todo, se convierten en peldaños de éxito que abren nuevas expectativas y metas aún más altas. Más allá de la celebración colectiva, el triunfo de Ruano y de Brol deben ser objeto de reflexión para despertar una visión proactiva en la niñez.
Y pensar que un desatino de la Corte de Constitucionalidad, registrado para la historia, casi deja fuera a la bandera guatemalteca de las justas olímpicas, al apoyar una postura que condujo a la suspensión del país en el Comité Olímpico Internacional. Mencionar esto no empaña la celebración; por el contrario, enciende más la llama de la victoria, porque fue la unidad de los deportistas, de la ciudadanía y la fuerza de la razón lo que obligó a enmendar la plana.
El retorno triunfal de los deportistas constituye a la vez una seria llamada de atención respecto del manejo de los fondos destinados al deporte por mandato constitucional. No son para el boato ni para el dispendio de dirigentes venales e incluso desfasados: tales recursos, aportados por la ciudadanía, son para impulsar el semillero de vocaciones atléticas, para llegar con una delegación más numerosa y, por lo tanto, con más opciones de triunfo, a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. Este anhelo no es una negación de las realidades y contradicciones nacionales; por el contrario, es el motivo para proseguir esta carrera histórica de fondo en busca de nuevas vías de desarrollo.