EDITORIAL

Posible interferencia electoral crispa proceso

La propagandística “entrega” del exgobernante y precandidato republicano a la presidencia Donald Trump vuelve a crispar los ánimos y a acicatear la polarización. Se presentó a una penitenciaría del Estado de Georgia a sabiendas de que saldrá bajo fianza. La foto carcelaria —mugshot, en inglés— será, sin duda, un souvenir promocional viral. Pero los cargos que enfrenta no son triviales: está acusado de interferir con los resultados de las elecciones de 2020, cuando aspiraba a la reelección pero perdió contra Joseph Biden por los votos del colegio electoral de dicho Estado.

Trump se declara víctima de una conspiración política para vedarle la candidatura por un segundo período. Enfrenta tres procesos anteriores en otros estados: en Nueva York, por el presunto pago a una actriz de porno para ocultar una relación previa que podía dañar su imagen en su primera campaña por la Casa Blanca; el segundo, en Miami, por extraer y almacenar en sus propiedades expedientes de seguridad nacional a pesar de haber salido del Gobierno; y la tercera, en una corte de Washington, es por sus arengas y posibles incitaciones a los desórdenes del 6 de enero último que condujeron al violento asalto al Capitolio cuando el Congreso deliberaba la confirmación de Biden como ganador. Cada proceso implica indicios de varios delitos.

Según la Fiscalía, Trump habría tratado de obligar a cometer perjurio a un funcionario de Georgia, pero la acusación más grave es la de presunta extorsión, pues sus implicaciones penales son muy serias, ya que forma parte de la famosa Ley Rico (Ley de Organizaciones Corruptas e Influenciadas por Extorsión, en inglés), que fue creada para combatir al crimen organizado y la mafia.

El expresidente Trump cuenta aún con muchos simpatizantes y un capital político innegable. Pero ya no tiene el factor sorpresa de 2016. Eso sí, los procesos en su contra no le impiden participar en las primarias republicanas o como presidenciable. Hasta ahora, el manejo de los cargos se ha centrado en la negación y en su obvio capital propagandístico, que le da cierta ventaja frente a los otros aspirantes a la nominación republicana, entre quienes se encuentra su exvicepresidente Mike Pence, quien ya ha expresado algunas infidencias.

Quizá el gran sino de Trump sea esa actitud de desacato a la institucionalidad, aversión a la crítica y, en general, a la libertad de expresión. Asesores de campaña y de gobierno fueron despedidos cuando no siguieron sus designios. Muchos son los testimonios sobre su estilo de liderazgo, que para unos es una virtud y para otros una objeción documentada. De hecho, Trump no asistió al primer debate entre ocho aspirantes republicanos, con el argumento de que su ventaja en sondeos hace innecesario participar en tales eventos, una estrategia que denota tanto seguridad como soberbia.

El reclamo trumpista de politización tendría mayor credibilidad si existiera fuera un proceso, pero al ser cuatro pierde tracción. Los republicanos deberán definir el perfil que quieren proyectar. A diferencia de posturas ambivalentes de ciertos precandidatos, Chris Christie, exgobernador de New Jersey, censuró la conducta del exmandatario cuando estuvo en el poder y su resistencia a respetar la voluntad ciudadana manifestada en las urnas: “Alguien debe dejar de normalizar el comportamiento indebido. Sin importar si creen o no que los cargos penales son apropiados, el comportamiento está muy por debajo del cargo de presidente de Estados Unidos”.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: