EDITORIAL
Rescate urgente
A menudo prolifera la concepción de que el patrimonio cultural de Guatemala constituye un conjunto de objetos, edificios, rituales o tradiciones varadas en el pasado, cuya preservación representa un lujo en relación a otras prioridades de desarrollo, un tema de interés exclusivo para intelectuales y académicos o un objeto de curiosidad exótica que no representa mayor beneficio para las comunidades, con lo cual su valoración y conservación queda sujeta a la disponibilidad de recursos, al criterio de los burócratas de turno o, en el peor de los casos, a la inercia del tiempo, la intemperie y el olvido.
En un país como Guatemala, cuna de la civilización maya, con un tesoro tan inmenso de ciudades y vestigios prehispánicos, sobre todo en las tierras bajas de Petén, resulta increíble volver a constatar que muy poco se ha avanzado en la recuperación y restauración de este tesoro. De cientos de yacimientos arqueológicos, apenas una docena están habilitados como parques para ser visitados por turistas nacionales y extranjeros, cuya llegada representaría un despegue económico para las comunidades. Por el contrario, la ausencia del Estado persiste y con ello continúa la depredación, el saqueo, la destrucción de montículos para ampliar campos de cultivo o construir pistas clandestinas de aterrizaje, incluso en áreas protegidas.
En el campo educativo, se le da poco énfasis a la valoración de la riqueza histórica y artística del país; en muchas ocasiones esto obedece a enfoques erróneos y en algunos casos a las propias deficiencias en la formación de los maestros. Sin embargo, en las propias autoridades del Ministerio de Cultura suelen darse vacíos de criterio al abstenerse de luchar por el rescate y la promoción de la memoria nacional. Basta mencionar la magra asignación presupuestaria para la Hemeroteca Nacional que alberga miles de páginas, sucesos e imágenes, las cuales se perderán a futuro si no se emprende un proyecto de digitalización.
Así también es necesario exaltar el papel de verdaderos quijotes del patrimonio, entre ellos arqueólogos, historiadores y artistas que a base de convicción y búsqueda de financiamientos propios consiguen echar a andar esfuerzos de protección que de otra manera no existirían.
Hace casi 50 años, un explorador irlandés, Ian Graham, se sorprendió por la belleza de las estelas mayas abandonadas en la selva; eran inmensas, pesadas y no podía moverlas; las fotografías no captaban todos sus detallles. Así que llevó grandes pliegos de papel que les colocó encima; con carbón y grafito las calcó. Graham murió en el 2017, pero el registro que hizo es la única referencia que existe de muchas estelas y glifos, pues la mayoría se borraron por efecto de los elementos climáticos, mientras otras fueron aserradas y robadas para su venta en el mercado negro.
El 26 de febrero es el Día del Patrimonio Cultural. Hay poco que celebrar pero también mucho por hacer. El Gobierno debe emprender un plan de rescate que incluya el componente de desarrollo comunitario sostenible. Existen modelos funcionales en marcha, como el que promueve el arqueólogo Richard Hansen en El Mirador, quien comenzó a proteger esta cuenca hace 30 años y sin cuya labor ya estaría deforestada y saqueada. Para expandir y reproducir el proyecto solo se necesita voluntad política y plena conciencia de su va