EDITORIAL

Retorno a las aulas debe ser avance, no retroceso

El impacto de la pandemia en la educación del país ya ha comenzado a revelarse a través de cifras inquietantes como los 187 mil niños y adolescentes que se inscribieron en el ciclo del 2021 pero no lo concluyeron, un aumento del 70% respecto del mismo fenómeno en el 2020, según cifras del propio Ministerio de Educación, a finales del año pasado. Desde esta semana, cientos de miles de estudiantes se integran a clases totalmente presenciales, las cuales serán el laboratorio real en donde se comprobará —o no— la suficiencia de las capacidades y destrezas adquiridas bajo formato virtual e híbrido.

Se retoma también la rutina del madrugón para que estudiantes aborden buses escolares o sus padres pasen a dejarlos a sus planteles, en motocicleta o automóvil, con el respectivo costo de tiempo, combustible o tarifas. Además, hay una compra obligada cuya carestía ha sorprendido a muchos: las listas de útiles escolares. La inflación acumulada, adquisición de golpe de todos los insumos y el alza en los costos internacionales del papel y la logística de transporte desafían la capacidad económica de los hogares, sobre todo si hay varios hijos.

Por parte de los planteles, sobre todo privados, debería existir una planificación para programar la compra paulatina de los recursos, conforme se vayan requiriendo según las unidades cubiertas. Los libros de texto son necesarios desde el inicio, pero en cuanto a cuadernos se debería aprovechar mejor su uso, así como dejar de lado prácticas como exigirlos forrados en códigos de colores que solo acrecientan el gasto. La exigencia de la edición más reciente de libros también es un criterio relativo, debido a que existe mucha información actualizada en recursos digitales. Lo que se necesita, eso sí, son más docentes actualizados y empáticos.

Muchos planteles redujeron la carga de contenidos hasta un mínimo transmisible por formatos virtuales. Esta optimización puede ser útil para revisar la pertinencia de los pensa de estudios, pero a la vez se debe recuperar la exigencia de rendimiento, comprensión lectora y razonamiento matemático. Es de esperar el hallazgo de casos de niños que pasaron de grado, pero apenas saben leer; o de jóvenes que entran al diversificado sin suficiente cultura general.

Si el Mineduc no cuenta con la suficiente capacidad instalada para efectuar la evaluación rápida de la realidad del sistema educativo, factores de dificultad y vías pedagógicas para afrontarlos, debería abrir sus datos a los departamentos de psicología y educación de todas las universidades del país. Este momento crítico puede ser una oportunidad para diagnosticar aciertos o errores, integración de la tecnología y los modelos óptimos a seguir en el aula física. Este abordaje integral, técnico y crítico podría desnudar, eso sí, los daños del pacto colectivo que suscribió la actual titular, a escondidas de la ciudadanía, con un sindicato magisterial que exigió dejar fuera las evaluaciones de desempeño como condición para recibir incremento salarial, por lo cual es muy probable que no esté dispuesta a afrontar las consecuencias.

La suspensión de pandemia impactó a todos los estudiantes, pero excusarse en que fue mal de muchos sería consuelo de tontos. Más allá de las cifras, debe visualizarse que detrás de la estadística de deserción, materias perdidas o grado reprobado existen vidas reales en proceso: la de ciudadanos que dependerán de esos conocimientos y capacidades para ser productivos, tener un empleo, emprender un negocio o ser un profesional de calidad, aunque parece que eso es lo que menos les importa a los politiqueros, que no cuestionan nada de esto, sobre todo si integran el pacto oficialista.

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