EDITORIAL

Salida diplomática a crisis venezolana

EDITORIAL OPINIÓN

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La crisis que estremece a Venezuela es insostenible y requiere medidas urgentes, efectivas y prudentes para reencauzar el restablecimiento de las garantías esenciales, reducir la peligrosa volatilidad e intentar que la población sea la menos castigada en la búsqueda de soluciones a una situación agravada ahora por el hecho de tener dos presidentes sobre los cuales no existen criterios unánimes en la comunidad internacional.

La postura asumida por algunos miembros de la Unión Europea de presionar a Nicolás Maduro para la inmediata convocatoria a elecciones legítimas se presenta como la vía más recomendable para destrabar la compleja coyuntura que esta semana alcanzó niveles preocupantes con la puesta en escena de un presidente autodesignado, reconocido por varios países, incluso por Estados Unidos, pero no por otras de las más importantes potencias del mundo.

Con Venezuela aflora la más lamentable evidencia de cómo la comunidad internacional se ha visto obligada a reaccionar de manera apresurada cuando la situación en ese país se hace insostenible. A Maduro, así como a Daniel Ortega, Juan Orlando Hernández y Jimmy Morales se le debió frenar cuando empezaron a irrespetar la institucionalidad.

Ahora cualquier propuesta demanda prudencia para encontrar salidas, pues se dejó transcurrir demasiado tiempo desde que Maduro manipuló el último proceso electoral y, como consecuencia, hoy dos continentes están en busca de la mejor salida.

La fórmula impulsada por Washington parece ser la menos recomendable, por más que cuente con argumentos valederos y un enorme apoyo internacional, pues ya que la crisis venezolana es de enorme complejidad, se requerirán millonarios recursos, enormes presiones y solidaridad con los venezolanos para frenar el deterioro al que los condujeron la corrupción política y el abuso de las fuerzas militares que hoy sostienen a un régimen deslegitimado.

Lo más viable es presionar por todas las vías posibles a los bandos en disputa para impulsar elecciones libres en el más corto plazo, aunque esa no será una tarea sencilla, sobre todo porque si bien Guaidó cuenta con el apoyo mayoritario de la comunidad internacional, las instituciones venezolanas están cooptadas por el chavizmadurismo.

Como ha ocurrido en las últimas décadas en numerosas democracias latinoamericanas, el respaldo del Ejército hacia un gobierno erosionado complica el panorama, porque no hay un genuino gesto patriótico de apoyar a uno de los presidentes, sino porque las fuerzas armadas han sido parte de ese deterioro con su incursión en actividades criminales y el narcotráfico, lo que las obliga a respaldar a un régimen insostenible y con altos indicadores de impopularidad.

Venezuela atraviesa por una situación compleja que necesita la mayor prudencia y destreza para afrontar esta crisis, la cual ahora no solo es política, pues también la economía es la más castigada del hemisferio, los indicadores de violencia están entre los primeros en el mundo y todo eso no se resolverá con un cambio de gobierno, ni siquiera con la pronta celebración de elecciones.

La comunidad internacional debe actuar con extrema responsabilidad para evitar que las posiciones en pugna deriven en una mayor conflictividad.

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