EDITORIAL
Taiwán tiene derecho a vivir en libertad
Como parte de su agresivo ajedrez geopolítico, la República Popular de China, también conocida como China Comunista por su régimen totalitario, ha conseguido trocar paulatinamente a su favor, mediante dádivas, ofrecimientos y también veladas presiones, a varios Estados latinoamericanos que antes apoyaban la democracia de Taiwán. Pero no solo ellos, países de Europa, África, Asia y Oceanía han establecido relaciones con China Continental, que en un lapso de 40 años se fue consolidando como potencia económica y militar, además de una bomba poblacional, con mil 400 millones de habitantes.
La pequeña pero poderosa República de China, asentada en la isla de Formosa sin reconocimiento oficial de su hermana mayor, también ha logrado un notorio desarrollo económico, político y tecnológico. Con sus 23 millones de habitantes, sigue siendo la piedra en el zapato de la vecina potencia, sobre todo por tener una expansión productiva impresionante bajo un régimen democrático.
Es oportuno recordar que la declaratoria de la independencia de Taiwán surgió a partir de la llegada a la isla del general Chiang Kai-shek, en 1949, tras ser derrotado en la guerra civil por el comunista Mao Zedong. Los disidentes nacionalistas chinos se instalaron en la isla de 35 mil kilómetros cuadrados —aproximadamente la extensión de Petén— y comenzaron a buscar reconocimiento diplomático de varios países democráticos del mundo. Con Guatemala se establecieron embajadas en 1960. Sin embargo, este reconocimiento se ha reducido: de 71 países que tenían relaciones oficiales con Taiwán en 1970, hoy solo le quedan 13 aliados, de los cuales siete se encuentran en América Latina, cuatro en Oceanía, uno en África y uno en Europa —la Santa Sede—.
Centroamérica era un bastión clave para los taiwaneses, pero uno a uno le han dado la espalda. El primero fue Costa Rica, en 2007; después El Salvador, en 2018; Nicaragua, en 2021; y Honduras, el 23 de marzo pasado. Cada uno presentó su soberano argumento, pero en muchos casos el cambio ocurrió a pesar de haber recibido ingentes ayudas económicas de Taiwán pero también por la expectativa de supuestos incentivos económicos de China Continental. En algunos hubo megaobras públicas de por medio y ofrecimientos de un mayor mercado para las exportaciones, algo que no necesariamente ha sucedido.
A Guatemala, que no tiene relaciones diplomáticas con dicha potencia, llegan igual sus productos. Así las cosas, no es tanto el interés comercial el que mueve al gigante de Asia, sino la influencia geopolítica sobre un área que antes era de hegemonía estadounidense. Esto ha envalentonado a determinados gobernantes despóticos como el dictador nicaragüense Daniel Ortega. Pero no es el único, en África y Asia los intereses chinos se han expandido, pero a diferencia de EE. UU. o la Unión Europea, a Pekín no le interesan las garantías democráticas o el estado de Derecho.
La visita a Guatemala de la presidenta de Taiwán, Cheng Shu bian, es un valiente y significativo gesto para tratar de mantener el apoyo de un país amigo al cual ha ayudado generosamente. Cabe decir que construyeron la importante ruta de Guatemala a El Rancho o el recién inaugurado edificio del Hospital de Chimaltenango. En todo caso, el respaldo a China Taipéi es más que una conveniencia económica, es un rechazo al totalitarismo. Taiwán es, a 74 años de haber surgido, símbolo de progreso, independencia y valores democráticos. Su pueblo tiene derecho a vivir en libertad.