LA BUENA NOTICIA

El Buen Pastor: el ejemplo Gerardi

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Clave dentro de las siete afirmaciones de Cristo en el Evangelio de Juan como “Yo soy” (la Vid, el Pan de Vida, la Luz del mundo, la Puerta, la Resurrección y la Vida, el Camino, la Verdad y la Vida) la frase “yo soy el Buen Pastor” es pronunciada en un contexto polémico: al Pueblo de Dios lo han conducido “pastores malos” que se han “servido de las ovejas, pastoreándose a sí mismos, abandonando el rebaño y sin buscar a la oveja perdida” (Ezequiel 4, 1-25). Ahora, el pastor diferente y bueno, tiene una actitud de entrega, de solicitud, de misericordia, de cercanía: es el Resucitado que “fue muerto para dispersar el rebaño” (Zacarías 13, 7) pero que vuelto a la vida “conduce a pastos verdes y aguas abundantes”. En otras palabras, el “pastor bueno” es quien no se queda en palabras o estructuras, sino que “abraza la cruz en todas sus consecuencias para salvar a sus ovejas”.

Es el criterio que propone el Papa Francisco cuando dice a modo de auto examen de conciencia: “El mismo Pedro ha confesado a Jesucristo: ‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’. Te sigo pero no hablemos de la cruz. Esto no tiene nada que ver. Te sigo de otra manera, sin la cruz. Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor” (citado por Farés, D.: “¿Quién es el mal pastor?”, 2017).

En la Buena Noticia de mañana resalta la descripción del buen pastoreo como “dar la vida por las ovejas”, una exacta traducción al griego del hebreo de Isaías (52,13-53,12) ejemplificada siempre a partir del mismo Cristo por San Pablo (“Con Cristo estoy crucificado” Gálatas 2, 20), por los mártires variadísimos, por Mons. Romero y, en nuestro contexto desde hace 20 años, por Mons. Juan Gerardi. Inolvidable la imagen de su cuerpo colocado sobre el altar de la Catedral de Guatemala aquel 26 de Abril de 1998: finalmente alcanzado por las fuerzas del mal, unido a los muchos mártires de la tierra de Quiché y de Guatemala. Los veinte años de esa muerte “testimonio de amor pastoral intenso” motivan una mirada y examen de conciencia al “ser pastor hoy” en medio de todas las formas de martirio —desde la violencia física directa, hasta la mutilación de la fama mediante la desinformación, la denigración, la muy usada calumnia de las “fake news”—.

El servicio pastoral es hermoso y exigente: el conocimiento de las ovejas, la cercanía a ellas, la recta guía por las sendas de la justicia, de bien, de la verdad. Pero encuentra a finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI una hermosa expresión: “el dar la vida” o “ponerla en condición de riesgo constante, de exposición al ataque multiforme” con tal que la fuente de la vida integral llegue a las ovejas de Cristo. A éstas, por su parte, también se pide conocer y seguir “esos ejemplos pastorales” y no deleitar el gnosticismo y el pelagianismo en “pastores de boutique” que dicen lo que place oír, de “prosperidad”, que buscan más clientes y adeptos que discípulos del Buen Pastor muerto y resucitado.

Que la alegre noticia de la Beatificación del P. Tulio Maruzzo y del laico Obdulio Arroyo este 27 de Octubre en Izabal —por primera vez una beatificación en tierra chapina—, ayude a evocar el “misterio de entrega” para los “llamados” en esta 55 Jornada de oración por ellos: “Escuchar, discernir, vivir la llamada” para que tenga Su pueblo “pastores según su corazón” (Jeremías 3, 15) servidores para la “Guatemala distinta” como desde su propio cielo sin duda ora e intercede el inolvidable Monseñor Juan Gerardi en su ideal: “Siembra verdad y justicia: cosecharás reconciliación”.

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