PERSISTENCIA

El libre albedrío y el determinismo

Margarita Carrera

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El “libre albedrío” (vigente  en los códigos penales del mundo) es sostenido por la religión y la filosofía tradicional. Está, luego, ligado al “sentimiento de culpa” que ciertos humanos solemos sufrir hasta el agobio.

Sin embargo, “el libre albedrío” es cuestionado por la ciencia, principalmente por la psicoanalítica freudiana. El “sentimiento de culpa” obsesivo es observado con neurosis o enfermedad mental.

De este modo, aquellos que pertenecen a una religión determinada se sentirán culpables y al mismo tiempo culparán a otros al cometer actos que despojan al humano de su dignidad, hasta llegar a la tortura y al crimen.

Para la ciencia psicoanalítica el humano es víctima y verdugo de sí mismo, tanto como de los demás. El “libre albedrío” desaparece y emerge, en cambio, el “determinismo”. El hombre es víctima de su destino, decían los griegos antes de Sócrates. Algo parecido repite el darwinismo y el psicoanálisis.

Las actitudes morales y las normas jurídicas, así como la conducta frente a la vida, son diferentes en los humanos que creen en el “libre albedrío” y en los que creen en el “determinismo”.

Para los primeros, existe la culpa y el castigo. Para los segundos, la enfermedad y la curación. Para unos existen cárceles y penas, para los otros, hospitales y terapias.

La redención del hombre puede, luego, estar en el castigo que reciba por algún crimen cometido, o en la terapia o análisis científico a que se someta.

Los creyentes, entonces, del “libre albedrío”, hablan diferente lenguaje de los creyentes del “determinismo”. La maldad o sentimiento de destrucción se puede, así, llamar “pecado” o bien “enfermedad”. El hombre debe ser juzgado y condenado, o bien debe ser objeto de análisis científico y curado.

En el mundo actual aún priva la creencia en el “libre albedrío” al existir jueces, condenas y cárceles. Quizá en un futuro más benévolo los jueces sean sustituidos por médicos y las condenas y cárceles por terapias y clínicas.

Desde todo punto de vista se puede notar que hay más “humanismo” en el “determinismo” que en el “libre albedrío”. La redención del hombre es llevada a cabo por el “determinismo”, sin necesidad de someterlo al “sentimiento de culpa”, a las torturas físicas o espirituales y a las cárceles o penas de muerte.

Si el “libre albedrío” es teocéntrico, el “determinismo” es antropocéntrico. Es decir, uno, gira alrededor de Dios, el otro, alrededor del hombre. Dios es el único salvador para el primero. Para el segundo, el hombre se puede salvar por sí mismo.

Se llega al “determinismo”, me parece, cuando, después del sufrimiento más intenso, no se produce ningún “milagro” ni se escucha de manera directa (y en nuestro propio idioma) la voz de Dios, quien parece habernos abandonado.

Borges explica su rechazo al “libre albedrío” cuando, asistió “…por primera vez y última, a un juicio oral. Un juicio oral a un hombre que había sufrido unos cuatro años de prisión, de azotes, de vejámenes y de cotidiana tortura. Yo esperaba oír quejas, denuestos y la indignación de la carne humana interminablemente sometida a ese milagro atroz que es el dolor físico. Ocurrió algo distinto, ocurrió algo peor. El réprobo había entrado enteramente en la rutina de su infierno. Hablaba con simplicidad, casi con indiferencia, de la picana eléctrica, de la represión, de la logística, de los turnos, del calabozo, de las esposas y de los grillos. También de la capucha… Ante el fiscal y ante nosotros, enumeraba con valentía y con precisión los castigos corporales que fueron su pan de cada día…

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