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El poder de la palabra

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“A mis doce años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: ¡Cuidado! El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: ¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?” Gabriel García Márquez. Imagine entonces si el cura no hubiese gritado “cuidado”, talvez el gran escritor se hubiera accidentado y posiblemente habría muerto, entonces el mundo no se hubiera deleitado con los geniales escritos de Gabo, quien ganó el Premio Nobel de Literatura.

Dicen los motivadores que si usted estuviera consciente de que cuando dice una palabra tiene el poder de influir en el mundo que le rodea, entonces tendría más cuidado al hablar, porque se ha comprobado que se tiene al alcance la posibilidad de modificar ciertas circunstancias de su propia vida y la de otros, con tan solo utilizar “su palabra”, para “declarar” lo que desea, y hacerlo realidad.

Nuestras palabras impactan a las personas, porque tienen el poder de construir o destruir a los demás, incluso a nosotros mismos. Cada vez que alguien habla, libera energía positiva o negativa que influye en otros, porque es la manifestación final de los pensamientos, las emociones y los sentimientos.

A través de la palabra se expresa el poder creativo del ser humano, su peculiaridad y personalidad. Gracias a ella las relaciones humanas son posibles por la comunicación oral, que se manifiesta con el vocablo. Con ella usted puede agredir, menospreciar o desanimar a quienes lo rodean. O contrariamente manifestar amor, alegría, exaltar cualidades o admiración.

La palabra es la herramienta más poderosa que posee el ser humano, pero, como decía Sócrates: “Antes de hablar, es necesario pasarla por los tres filtros: la verdad, la bondad y la necesidad”. De ahí la importancia de tener sabiduría para hablar, porque con una respuesta amable puede calmar el enojo; en cambio respondiendo violentamente, este se acrecienta.

Si sus palabras hablan de tristeza y pesimismo, así será su vida; es decir, atraerá todo lo negativo a su entorno, por lo tanto el cerebro empieza a programarse para enviar mensajes nocivos al resto del cuerpo, que luego le llevarán a la depresión y la enfermedad, porque así se materializaron sus palabras.

Existen también personas de lengua ligera, que no meditan antes de hablar, disparan palabras indiscriminadamente, sin medir el daño que pueden causar con ellas o los sentimientos que pueden herir. Es muy fácil manchar la reputación o el prestigio de alguien con una simple mentira o un chisme y así causar destrucción y daño moral. Hasta el necio pasa por sabio e inteligente, cuando calla y guarda silencio.

Las palabras negativas pueden reducir la autoestima de los demás y destruirlos, porque no solo lastiman a la persona cuando se dicen, sino que se quedan grabadas para siempre en el alma y el corazón. De igual forma, hablar vulgaridades y palabras soeces revela los sentimientos retorcidos de quien las pronuncia. Porque, de la grandeza del corazón habla la boca.

Pero si por el contrario, usted habla positivamente, logrará iluminar la vida de los demás y los motivará. El impacto emocional de las palabras buenas puede definir una vida, sobre todo la de los niños.

Con el lenguaje se puede convencer a las personas, promover nuestras ideas y así lograr transformar la vida de otros seres humanos. Podemos enseñar a los demás y también aprender de ellos.

No olvide que para proyectar una buena imagen a los demás, debe hablar y pronunciar las palabras correctamente, alguien que lo hace refleja cultura y buena educación, además denota inteligencia y observación. Nunca es tarde para aprender lo bueno.

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