ESCENARIO DE VIDA
Esperanto, en la mira
Estar en un ambiente académico en el extranjero siempre me brinda oportunidades de aprender algo nuevo. Mi encuentro con el políglota profesor de idiomas Duncan Charters, en Principia College, me facilitó información sobre el aclamado idioma universal llamado esperanto, que significa “aquél que espera”. Este idioma fue creado en 1887 por el Dr. LL. Zamenhof y hoy en día son pocas las personas con autoridad para hablar y escribir el esperanto. El Dr. Duncan Charters es uno de ellos.
Se dice que saber hablar inglés nos abre puertas, y es cierto, pero tiene que ir acompañado de conocimientos sobre la cultura y los muchos modismos que conlleva. Así pasa con cualquier idioma, y eso hace más difícil entablar negocios con personas de otras culturas. Saltearnos estas dificultades solo podría suceder si tuviésemos un idioma universal, ¡y este existe!
¿Por qué perseguir el sueño de que tengamos un solo idioma para comunicarnos? Cuando Charters estudiaba francés y español en Cambridge University pensó que tenía una obligación moral de enterarse sobre el esperanto y si funcionaba o no. Fue allí que tuvo la oportunidad de redactar un periódico en esperanto, del grupo de la Juventud Esperantista Británica. Un día fueron al castillo llamado Grésillon con un grupo de estudiantes y profesores de origen ruso, alemán y japonés, y todos se comunicaron de forma admirable en esperanto. Fue allí cuando Charters se convenció.
Pero después de tantos años de haber surgido este idioma universal, ¿qué esperanza tiene? Según Charters, el idioma está creciendo y ya hay dos millones de personas que han iniciado el estudio por duolingo. Por el momento, si la persona habla portugués o español tiene grandes posibilidades de aprender esperanto a través de diferentes cursos o en universidades.
El creador del esperanto creció en Bialystok, que era parte del imperio ruso, pero hoy es parte de Polonia. De niño, Zamenhof se encontró con la antipatía de sus compañeros de estudio por una mala comunicación entre diferentes etnias. Se encontraba entre rusos, polacos, alemanes y judíos. Como cada uno tenía su propio idioma, costumbres y religión, cada grupo trataba a los otros con desconfianza, temor y hasta odio. A Zamenhof le hizo sentido que el idioma es el que divide y crea murallas para la comunicación. Siendo tan sensible e idealista, él se prometió a sí mismo que rompería las barreras del idioma algún día.
Como Zamenof tenía un inusual dote para los idiomas, y en especial por tener un padre que era profesor de alemán y hebreo, creció desde pequeño en un ambiente muy rico en idiomas. Así sobresalió en ruso, polaco, alemán, francés, latín, griego, yiddish e inglés. Lo que le cautivó fue este último, por la simplicidad en su gramática, y de allí el comienzo de la elaboración del esperanto.
Sin embargo, más de un siglo ha pasado desde que Zamenhof ideó esta nueva forma de comunicación, y aunque aún no ha despegado como se quisiera, hoy en día ha resurgido el interés en el esperanto. Aunque no se trata de aniquilar nuestros propios idiomas tan hermosos como el español, ni tampoco hacer caso omiso de los idiomas mayas que se hablan en Guatemala, quizás es la opción del futuro. Simplemente es otra forma alterna de comunicarnos en el extranjero. Quizás nuestros políticos puedan aprender del esperanto, que busca evitar divisiones y malentendidos.
La turbulencia ideológica que hoy existe en Guatemala pareciera encaminarnos a situaciones como las que vive Venezuela. Así como el esperanto, debiera existir un idioma universal, uno al que yo llamo “amor” a Guatemala y a nuestro planeta.
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