AL GRANO
Estado, desarrollo, universidad
La idea o noción clásica de “universidad” ha triunfado, creo yo, sobre otras más modernas, como la que ha prevalecido en Guatemala. Por lo menos, en lo que concierne a la universidad del Estado, es decir, la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac).
La noción clásica de “universidad” es la de una colectividad institucionalizada que, de acuerdo con el método académico, va en búsqueda de la verdad. La colectividad se integra, fundamentalmente, por profesores, investigadores y estudiantes. Eso que se llama “Facultad” no es el conjunto de edificios y oficinas de cada una de “las carreras”, sino que un grupo de profesores e investigadores que, en su ciencia o su disciplina, ciñéndose al método académico, buscan la verdad. Y ese método académico supone, entre otras cosas, el debate de las ideas, libre y fundamentado de un modo peculiar. En el mundo universitario no se discuten las cosas como, por ejemplo, en las páginas de la prensa. El método académico exige ciertas formas y procedimientos que se han ido desarrollando y consensuando a lo largo de los siglos.
En cambio, en la Guatemala de hoy, la noción de universidad es otra. Proviene —así me parece— de la mentalidad desarrollista de los años sesenta. En esa época, tanto en Guatemala como en el mundo entero se entendía que el Estado y todo lo paraestatal debían enfocarse en promover y lograr el desarrollo económico. El Estado pasaba a convertirse en el principal factor de desarrollo y, todo lo demás, la educación superior incluida, debía alinearse con ese esfuerzo.
Así, la Usac fue rápidamente convertida en una especie de fábrica de profesionales, mejor si fueran ingenieros, químicos o biólogos, porque las humanidades no se veían muy directamente relacionadas con el desarrollo económico. Cuando se lee lo que en la Constitución del 85 quedó plasmado de sobre la Usac —y en parte también sobre las universidades privadas—, se constata que la visión instrumentalista seguía vigente. La Usac está, a la vez, para “organizar la educación superior”, para la educación profesional universitaria “estatal”, para la investigación y para “cooperar al estudio y solución de los problemas nacionales”.
La universidad guatemalteca, pues, no es tanto una “torre de marfil” como, más bien, una “estructura de acero” en la que, al lado de los profesores y los estudiantes, los representantes de los profesionales ejercen, por así decirlo, la tercera parte del poder.
¿Por qué creo que ha triunfado la visión clásica y no la desarrollista? La primera es la que predomina en los Estados Unidos y en el Reino Unido. En el continente europeo, el Estado suele tener más injerencia en la educación superior que en los Estados Unidos. Por su parte, la visión desarrollista predomina en Latinoamérica, con variantes más o menos importantes de país a país. Pues son las universidades de los Estado Unidos, en general, las que más interés atraen en todo el mundo y las que, en promedio, mejor figuran en los ranking internacionales. Por supuesto, tanto en el Reino Unido como en el continente europeo y en algunos otros países hay universidades venerables y hay otras instituciones académicas de gran renombre. Pero el modelo ganador, si cabe esa expresión, y el que mejor refleja la visión clásica de universidad, es el estadounidense y es en ese modelo en que, de cara al futuro, debieran enfocarse las reglas jurídicas que rigen la institución universitaria en Guatemala.