CON NOMBRE PROPIO

¡Exacto!  ¡Maniqueísmo constitucional!

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El colega Jorge Jacobs, en prensa Libre del jueves pasado, de forma más que acertada decía en su columna titulada Maniqueísmo Constitucional: “En la discusión sobre las reformas propuestas a la Constitución vuelve a aflorar esa pretensión maniquea de querer hacer ver a quienes las apoyan como los paladines de la justicia y a quienes se oponen como los enemigos de la justicia y apañadores de la corrupción. Pues ese maniqueísmo no solo es errado, sino que además es una grave amenaza para la libertad de todos los ciudadanos. ¿Acaso no puede haber legítimo disenso?” y luego terminaba su columna con “…es difícil llegar a discutir esos temas cuando el debate se centra en argumentos maniqueos sin mayor profundidad. ¿Será que algún día podremos salir de ese primitivismo y elevar el nivel de debate? ¿O estamos condenados a vivir por siempre en la mediocridad y a respetar la libertad de expresión solo del diente al labio y cuando nos conviene? ¿Usted qué opina?”.

En nuestro país, el primer deporte nacional es la descalificación del prójimo y la reforma constitucional nos retrata de cuerpo entero. Sostenemos que esta reforma es la única oportunidad real presentada para salir del hoyo en donde estamos —aunque esperemos que el Congreso no la deje sin sentido—, sin embargo, en vez de debatir sobre pluralismo jurídico, concentración excesiva de poder en la Corte Suprema de Justicia, proceso de elección y selección de jueces, constitucionalizar la especialidad del juez como forma para garantizar el debido proceso y la tutela judicial efectiva, la racionalización del poder de la Corte de Constitucionalidad, la administración financiera y administrativa del Poder Judicial, la despartidización en la elección de fiscal general y magistrados, pasamos con “argumentos” en torno a que la propuesta “es comunista” o es parte de un “malévolo plan de nórdicos y demócratas gringos para invadir este bello país”, o bien, la más ocurrente “es el germen para lograr la balcanización”.

La cultura de diálogo y debate no existe y quienes tenemos el privilegio de acceder a estos medios debemos ser mesurados y responsables con nuestros mensajes y nuestra posición para no caer en el maniqueísmo que Jacobs denunció con toda razón. El disenso es bienvenido, pero las estrategias mediatizadas para sembrar confusión, terror y sobre todo anular la posibilidad de diálogo o debate deben ser rechazadas por todos en estos espacios, porque también debemos desmarcarnos de quienes pretenden mantener la impunidad como forma de vida, lo cual es una situación real.

En un país que requiere de una reforma universitaria profunda, tanto en la Universidad estatal como en el ámbito privado, mantener a las comisiones de postulación es una afrenta a la historia, a la memoria y al Derecho. Esas comisiones no han sido más que medios abusivos y descarados para el tráfico de influencias, y si bien, existen contadas excepciones, su defensa es imposible. Los hechos hablan solitos.

Mucho antes que hablar de órganos de justicia, hablemos del derecho a la justicia. Ese derecho, ni es mencionado y debe ser el motor de la discusión. No se trata de imponer, pero sí como dice don Jorge Jacobs dejemos a un lado la mediocridad y para ello debemos establecer cierto rigor científico en temas que son en esencia político y por ende tocan intereses de grupos y estructuras de poder. Un texto constitucional unánime es imposible, pero mantener lo que tenemos para luego llenar las plazas por catarsis es digno para análisis de una esquizofrenia colectiva.

Desechemos el maniqueísmo y entrémosle a los temas, porque mientras discutimos gente muere por la ausencia de un sistema que dirima, en justicia, sus diferencias.

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